Nueva York
Tras más de 16 años y casi 2.600 emisiones, Jon Stewart puede estar orgulloso de sus montones de Emmy y sus premios Peabody, su importancia cultural (¡ha estado con el presidente dentro y fuera del aire!) e incluso sus pleitos con Fox News.
¿Quién va a criticarlo por querer dejar The Daily Show cuando todavía se encuentra en la cima?
Además, quizá se volvió demasiado fácil. En junio, cuando Donald Trump entró a la contienda presidencial, un alegre Stewart calificó esta candidatura digna de chistes como un regalo de despedida de Trump: "Me pone en una especie de hospital para comediantes terminales donde todo lo que me dan es morfina pura".
O quizá se volvió demasiado difícil.
Cuando asumió The Daily Show en enero de 1999, la misión de Stewart era presentar un programa que se burlara de los noticieros y periodistas "reales".
"Me gusta estar al tanto de las noticias", dijo a The Associated Press en ese entonces, "aunque siento que se están fuera de control. Pero eso es lo que me gusta de 'The Daily Show': es como la separación de poderes".
Pero hace unos meses en una entrevista, su tono fue más sombrío.
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"Pienso que somos unos mineros de m...." , dijo. "Me pongo el casco y voy a excavar en la porquería. Ojalá que no me enferme de los pulmones".
En cambio, las brillantes "noticias falsas" de Stewart podrían definirse como "lo que la gente en el poder no quiere que pienses".
Cuestionando siempre a la autoridad (sean políticos, empresarios, dueños de medios y claro, periodistas inflados), Stewart hizo lo que los escritores de sátiras han hecho por siglos: apeló al absurdo de la verdad aceptada.
Pero mientras que The Daily Show imitaba las fanfarrias y descargas de gráficos empleados por los noticieros "legítimos", Stewart nunca llevó lo que estaba haciendo a un nivel grandilocuente.
"Nuestra reunión cada mañana es una discusión abierta sobre lo que pasa en el mundo", dijo en 2004 en una entrevista con The Associated Press. "Pero el resto del día se pasa tratando de ocultar eso bajo capas de chistes sobre flatulencias".
Aunque Stewart tiene tendencias indiscutiblemente de izquierda, su programa, dijo, "no mantiene la distinción entre izquierda o derecha, liberal o conservador, o en algunos aspectos, demócrata y republicano".
"Sólo mantenemos la distinción entre lo real y lo absurdamente falso", dijo, al tiempo que agregó con humor: "Y nosotros somos absurdamente falsos".
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The Daily Show bajo Stewart presentó el argumento plausible de que tanto para el periodismo como para los asuntos públicos, lo falso es la nueva realidad, haciendo que los hechos y la fantasía fueran intercambiables. The Daily Show se mantuvo como un haz de luz entre ambos puntos, un espacio privilegiado que le dio a Stewart una libertad casi infinita para burlarse de las cosas, incluso aunque trataba de encontrarles sentido en el proceso.
El 6 de agosto Stewart, de 52 años, le cederá el puesto a Trevor Noah, un cómico sudafricano de 31 años, para que éste analice la realidad nocturna mientras la nación se adentra en las campañas presidenciales de 2016.
Quizá Stewart llegó a la conclusión de que las cosas están más locas que nunca. Después de todo, ¿qué tanta locura puede resistir un hombre noche tras noche en busca de risas sin perder su propia cordura?
En junio, cuando reflexionó sobre la masacre en una iglesia negra de Charleston, Carolina del Sur, no hubo risas.
"Honestamente no siento nada más que tristeza", dijo antes de predecir severamente que incluso entonces, después de cometerse una nueva atrocidad en Estados Unidos, "no hacemos nada" para unirnos por una solución.
¿Las cosas están más locas que nunca? ¿O reconocemos más la locura? ¿Estamos más dolorosamente conscientes?
Si ese es el caso, los admiradores pueden agradecerle a Stewart por su papel para mostrarnos la locura a profundidad, con claridad y, por supuesto, muchas risas.
Sea lo que sea que Stewart estuvo excavando por más de 16 años, le ha sacado gran provecho.