El ADN de la televisión costarricense no tendría todo su genoma si, en 1961, el destino no hubiera torcido el camino de Inés Sánchez de Revuelta, quien para entonces perseguía el sueño americano.
Cuando salió de Cuba, algo tenía claro: se iba para no volver, no por lo menos en el marasmo en que dejaba su tierra.
Hoy, las últimas imágenes que recuerda de la Isla son el cielo, el más lindo de todos –según dice– y el Malecón de La Habana: la sensación de las rocas golpeando sus pies.
“Un día, antes de partir de Cuba, llevé a mi hija al Malecón, me senté ahí con ella y sentí el salitre rozándome los labios. Ella tenía como un año y medio y le dije: ‘Míralo bien por si no lo vuelves a ver’”, expresa, melancólica, la cubana de 79 años.
Lo que nunca imaginó fue que llegaría a echar raíces aquí. Que hoy, 49 años después de que salió de la Isla, se convertiría –de la mano de
Dicho espacio, dedicado al hogar, es el que ahora la tiene enfrascada en la idea de competir por un Guinness World Records.
“Si algún día el premio viene (a Costa Rica), sueño que lo recoja el Presidente o el Ministro de Cultura. También me gustaría que me apoye el Ministerio de Salud, por ser
La publicación de cocina reconoció su labor como promotora de la cocina costarricense, gracias a su espacio televisivo.
Para hablar de su programa, recuerdos, anécdotas y de su vida personal, la comunicadora abrió a la revista
Para darle vida a este espacio, doña Inés cuenta con 62 colaboradores, que se rotan al mes para abordar esos temas. Ella, personalmente, se encarga de buscar los anuncios publicitarios.
No lleva la cuenta de cuántas horas por semana invierte en hacer
Sánchez reconoce que de sus colaboradores en
Por ejemplo, gracias a los consejos médicos, ella logró reaccionar a tiempo cuando en el 2001 sufrió un infarto cardíaco. Nueve años después, se describe como una mujer sana, que se alimenta de manera muy saludable.
En la cocina no le va mal. Modesta –a como es– dice que es buena cocinera. Lo que le queda mejor son los frijoles negros cubanos.
“Cuando yo llegué aquí, me di cuenta de que no había un programa para el hogar y en el que la mujer aprendiera a hacer de todo, inclusive, a hablar con el marido cuando él llegara del trabajo”, explica la conductora, quien disfruta de pasar un domingo en casa, ocupada en quehaceres domésticos.
Al llegar aquí, consiguió trabajo como locutora en radio Monumental. Cuenta que entonces tocó la puerta de Teletica, mas no fue posible entrar ahí en aquel momento.
Años después llegaría al 7, pero con el programa de concursos
“Ahí fue donde llegó Ignacio, tenía siete años, lo llevamos a concursar. Yo conocía a la mamá y ella me contaba que Ignacio estaba loco por salir en televisión”, relata la mujer oriunda de El Vedado, un barrio de La Habana.
Pese a que entonces desarrolló otros proyectos, nunca dejó de lado a su querido
Haciendo un repaso de sus anécdotas en su espacio televisivo, recuerda la ocasión en que una señora la llamó para pedirle que fuera a su casa, para que su nieto la conociera en persona. El niño, que siempre veía
Para cuando relata la historia de una mujer que llamó desesperada, diciendo que se iba a suicidar, sus ojos se llenan de lágrimas.
“En una ocasión, una muchacha llamó al programa, justo cuando estaba el padre hablando, para decir que se iba a suicidar. Ella era joven y estaba embarazada y desesperada porque sus papás la botaron de la casa. Nunca dijo cómo se llamaba ni de dónde era, solo colgó”, explica Sánchez, quien es hija de padres españoles.
“Tres años pasaron y recibí una carta de ella agradeciéndome que tenía una hija de dos años y medio, y que gracias a los consejos del sacerdote (que tenía una sección en el programa) no se suicidó. La niña debe tener ahora unos 21 años”, expresa, nostálgica, mientras pasa rápidamente a otra conversación.
El retiro de las cámaras no le pasa por la mente. “¿Qué voy a hacer si me retiro?”, se pregunta.
Todavía no sabe si le gustaría que alguien la sustituyera algún día. Ella dice que eso solo lo definirá el tiempo.
De forma paralela, doña Inés sigue trabajando en su libro
El nombre del libro se desprende de dos sueños que ella siempre tuvo: tener un caballo y un columpio, pero un columpio cubano.
En el columpio nadie ha dado en el clavo aún para fabricarlo a como ella lo recuerda. Del caballo le ha sobrado quién se lo regale; sin embargo, ahora no sabría cómo podría mantenerlo.
Así termina la conversación con el indeleble personaje, quien admite que aunque le gustaría volver a Cuba iría solo para visitar la isla y volvería aquí. Costa Rica, finalmente, se metió en su corazón.