Sólo él y Chewbacca se ven tan bien con una ballesta colgando del cuello. Daryl Dixon puede aniquilar a todos los zombis del mundo, alimentarse por semanas con carne de ardilla, pasar meses sin bañarse y sin cortarse el cabello; pero seguirá siendo el sobreviviente más rudo, tosco e interesante de la televisión.
Cuando apareció con la ballesta y varias ardillas colgando del hombro, en el tercer capítulo de la primera temporada de The Walking Dead , todo el mundo se preguntó: “¿Este quién es?”.
La respuesta pronto salió a la luz: Daryl Dixon fue hecho única y exclusivamente para Norman Reedus.
Este personaje no es parte de la historia del cómic que llevó a la pantalla chica las desgracias de unos sobrevivientes al apocalipsis zombi, pero Daryl llegó para quedarse.
Con una mezcla de entre dulce y amargo, la providencia hizo que Reedus rechazara el papel de Merle Dixon y tentó a los productores a inventar algo, solo para tenerlo en el elenco. Así, sin más ni más, nació el fascinante inadaptado y mordazmente divertido de Daryl. ¡Gracias!
“Daryl era el hombre que siempre tuvo que pelear porque no tenía otra opción, y así lo ha hecho; es el que no se quiere conectar con nadie, que mira de lado y no ve a los ojos porque cree saber que de entrada no le agrada a nadie. Los escritores me dejaron hacer lo que quise con el personaje y eso es maravilloso porque él tiene algo de mí en el fondo”, comentó Reedus el año pasado en una entrevista para los [[BEGIN:INLINEREF LNCVID20150311_0005]]SAG Awards[[END:INLINEREF]].
Y es que tiene razón: Daryl refleja mucho de su personalidad. Reedus se define como un hombre solo, a quien no le gusta hablar y prefiere sentarse a escuchar. “Soy torpe, socialmente ridículo, leal y digo lo que pienso; en todo eso nos parecemos, pero si hubiera un apocalipsis zombi creo que robaría un Lamborghini y huiría del lugar, me encerraría en un sétimo piso con varias temporadas de South Park y no saldría nunca”, afirmó.
En entrevista con la revista Entertainment Weekly aseguró que a sus 20 años lo único que quería era pelear, así como lo hizo Daryl en la primera temporada. “Creo que tenía bastante asumido que no le gustaba a la gente, así que actuaba como ‘¿me odias? Yo te odié primero’”.
Más semejanzas han salido a la luz; conforme avanza Daryl en la historia, así fue la vida de Norman. Tanto en su intimidad como en el personaje, la madurez fue llegando; el actor retomó la relación con su padre –la cual se había dañado por las aventuras de Reedus–, asumió la paternidad, adoptó a un gato callejero y dejó el licor.
“Últimamente me he hice fan de los zumos de jugos; ha sido un gran paso. Empecé jugando con la batidora porque me gusta como suena. Hago zumos de frutas y verduras, con cualquier cosa que pueda meter en ese cacharro”.
Norman aseguró también que su sueño de infancia quedó solo en eso y que ser biólogo marino –como Jacques Cousteau, vistiendo camisas a rayas y vivir en el mar– lo dejó de lado cuando conoció el arte.
La espina artística estuvo en su sangre desde niño. “Adoraba el número tres porque si lo ves de lado parecen un par de senos de mujer”, explicó en dicha entrevista –sí que se notaba su ojo especializado–. Ahora, Reedus hace exposiciones de arte (fotografía, pintura y escultura) en grandes galerías de Frankfurt, Nueva York y Berlín. Sus creaciones también se pueden ver en su página web Big Bald Head , donde anuncia sus presentaciones.
Casualidad. A Reedus –un aventurero que dejó su natal California para vivir la fiesta en España, Japón e Inglaterra– la actuación le llegó por obra del destino.
A aquel joven de 22 años, que se ganaba la vida como asistente en una tienda de Harley Davidson, en Los Ángeles, y que ganaba $7.5 por hora; lo invitaron a una fiesta y en media parranda el desorientado muchacho se puso a dar gritos y a hacer “el papel”.
Un conocido de una amiga de un productor de teatro estaba allí, y al ver semejante interpretación, le preguntó si quería actuar. Reedus obtuvo un personaje en Maps for Drowners en el Tiffany Theater de Sunset Boulevard sin quererlo; a partir de ahí hizo personajes secundarios en películas de bajo presupuesto, pero a él eso parecía no importarle.
Era feliz haciendo escultura, pintura, fotografía y trabajando en las pandilleras; no le pedía nada a la vida, quería ser un lobo solitario... Sin embargo, la fama terminó por alcanzarlo.
Su primer trabajo en el sétimo arte fue de la mano de un incipiente Guillermo del Toro y su cinta de terror Mimic (1997). Pero fue con Murphy MacManus, de la película de culto The Boondock Saints (1999), cuando por fin se hizo conocido gracias a las ventas de la cinta en VHS.
Otra amiga le propuso que modelara para Prada; ‘¿Qué es Prada?’, preguntó sin saber que llenaría otra horma de zapato que le quedaría muy bien y por la cual conoció a la madre de su hijo. Su belleza estrafalaria lo llevó también a ser imagen de marcas internacionales como Levi’s y Lexus; aunque a él lo único que le importa es la marca de su motocicleta y la de sus lentes para el sol.
De allá para acá, el actor se logró establecer en la grabación de películas, mientras que seguía produciendo su arte. En 1998 mientras modelaba conoció a Helena Christensen, supermodelo danesa de la marca Victoria’s Secret. A la beldad la enamoró y procreó a su único hijo: Mingus, nombre que le dio en honor al jazzista Charles Mingus; a quien admiraba.
Alma libre. “Solo quiero ser un animal salvaje”, dijo en una ocasión Reedus, ¡y vaya que lo está consiguiendo!
Amante fiel de la música, gusta de escuchar Motörhead y R.E.M, mientras conduce su moto al set de grabación. Norman asegura que ama a sus compañeros, pero detesta la vida encerrado; así que decidió llevar su tráiler a una zona boscosa en Georgia –cerca del set de The Walking Dead – para mantenerse aislado del corre corre. El actor se traslada a diario y maneja sin casco para observar el paisaje. “Veo vacas, árboles y más árboles; es genial respirar el aire fresco todos los días”.
Todo lo que representa Norman Reedus, y su particular forma de ser, es la vida de un tipo rudo; sin embargo, este artista va más allá de su apariencia desentendida y aprecia la vida, a su familia y a sus amigos con una mirada particular.
En medio de sus rarezas hay cosas para destacar. “Soy de esas personas que siempre está físicamente herida”, le dijo a la revista GQ . Norman tiene la cuenca de su ojo derecho de titanio, cuatro tornillos en la nariz y una compleja cirugía para reconstruir su rostro luego de haber sufrido un casi mortal accidente en Berlín.
En el 2005 asistió a un concierto de R.E.M y de regreso al hotel, un camión impactó de frente a su auto. “Estuve dos meses sin salir del hospital, con varias sesiones de cirugía. Recuerdo estar allí escondido, temeroso de que la gente me viera en ese estado”, afirmó.
Adora[[BEGIN:INLINEREF LNCVID20150311_0008]] lamer a la gente[[END:INLINEREF]]. Todo empezó por una broma con sus compañeros de reparto, pero se convirtió en un rito para Norman. “La gente solo me pide que pase mi lengua por sus rostros y es magnífico”. Ama la mantequilla de maní y el chocolate. No podría vivir sin su máquina de hacer espresso, su moto Triumph Scrambler, sus lentes Ray-Ban, su almohada en forma de senos y sus pantuflas de conejo.
Considera “su gente” a los [[BEGIN:INLINEREF LNCVID20150311_0007]]fanáticos [[END:INLINEREF]]que le siguen. Reedus colecciona cada uno de los regalos –por más extraños que sean– que le envían sus seguidores. En octubre del 2014, lanzó un libro con los mejores fan-art que le enviaron; en la publicación seleccionó dibujos, montajes y fotografías.
El amor de los y las fans de Norman Reedus ha excedido todas sus fantasías. El actor asegura que tiene a los mejores seguidores y demuestra su agradecimiento publicando día a día fotografías de los regalos que recibe.
“Una chica me envió su implante mamario, lo uso a diario en mi tráiler; es el soporte para mi teléfono celular. En Los Ángeles, unas niñas japonesas llevaron una botella y me pidieron que soplara; lo hice, cerraron la botella y salieron corriendo. Ahora mi aliento está en Japón”.
Otra admiradora le llevó carne de ardilla en una bolsa y le dijo que ella misma la había cazado. “¡Toda esta mierda es una locura!”, asegura Reedus. El artista divide su tiempo entre la crianza de su hijo, las grabaciones de The Walking Dead , una que otra película y solo espera el momento de vivir lo más lejos de la civilización, disfrutando la compañía de 16 gatos en una pequeña cabaña en medio de la nada.