Tenía el hombre más corto del cine español, Chus, y una lista larga de 87 películas en las que siempre fue actriz de reparto (en España la llamaban una secundaria de oro).
A Chus Lampreave la persiguió el séptimo arte, la atrapó y la elevó al estatus de chica Almodóvar internacional cuando tenía ya 58 años.
Los españoles sabían de ella desde mucho antes de los noventas; quienes vivimos de este lado tuvimos que esperar hasta Mujeres al borde de un ataque de nervios para reír con Chus en su papel de testiga de Jehová incapaz de mentir.
Ese fue su tercer filme con el director manchego; anteriormente estuvieron Entre tinieblas, ¿Qué he hecho para merecer esto? y Matador; pero es que en la prehistoria, es decir, antes de 1989, nadie en Costa Rica veía las cintas de Almodóvar por una razón sencilla: no llegaban.
La candidatura al Óscar de Mujeres... popularizó a aquella actriz de voz particular y anteojos de culo de botella. La Cinemateca de Estudios Generales, en la Universidad de Costa Rica, fue donde una buena cantidad de estudiantes con los colones contados empezamos a disfrutar las frases célebres de la actriz autodidacta que disfrutaba los papeles de regañona.
Para conquistar a Chus, Pedro Almodóvar debió insistir. Antes de Mujeres… lo había rechazado dos veces. La tercera fue la vencida. Desde entonces Almodóvar la llamó casi siempre y todo el tiempo como sobresaliente actriz de reparto. La ficharon también otros grandes como Luis García Berlanga y Fernando Trueba (Belle époque,1992; premio Goya a la mejor actriz de reparto).
Es llamativo porque lo de Chus, lo decía ella, nunca fue el cine. La jaló primero la pintura. “Yo quería ser pintora. De verdad me arrepiento de no haber pintado. O de no haber pintado más”, llegó a lamentar.
Le gustaba también el canto. Jamás estudió actuación. Fue una casualidad la que la llevó a la tele cuando aún no cumplía 30 años y nunca más dejó las pantallas, ni la pequeña ni la grande.
En los filmes lo suyo era ser ingenua o, dicho mejor, aparentemente ingenua, siempre respondona, mal hablada, diabética adicta al dulce, sor Rata de Callejón.
Más de una vez, cuando salía haciendo de madre, y sobre todo en La flor de mi secreto, la actriz encarnaba los personajes inspirados en Francisca Caballero, la mamá de Almodóvar. Hasta ese nivel llegaba el aprecio del director por ella, su musa más anciana y más dicharachera.
Antes de ser Chus, los créditos de la películas la presentaban como María Jesús Lampreave. El diminutivo de cinco letras apareció en 1977 y María y Jesús quedaron atrás.
Tuvo siempre el don de ganarse al público y, quizás por eso, abundan las páginas que recogen algunas (solo algunas) de sus frases más cómicas e irreverentes. Los cinéfilos las aman, las memorizan y las repiten aunque nadie las dirá nunca como ella.
Chus Lampreave murió el 4 de abril, en Almería, España. Tenía apenas 85 años.