Una narconovela más, es cierto, pero esta tiene sus particularidades. La primera es que Narcos aborda la historia de Pablo Escobar y el narcotráfico en Colombia desde una visión estadounidense; la segunda es que no es una producción para el cine ni la televisión sino para Netflix, una nueva manera de consumir contenido desde donde la gente quiera y cuando quiera, y que ha cosechado una audiencia de más de 63 millones de espectadores.
La tercera –y la que más nos atañe– es la participación de Leynar Gómez, actor costarricense, puntarenense de cepa.Durante la segunda temporada de Narcos, Leynar interpretó a Limón, el escolta que muere con Pablo Escobar. Su papel le dio exposición mundial, cambió el rumbo de su vida y elevó sus aspiraciones. Hoy, Leynar está en Los Ángeles, California, llevando cursos de actuación e inglés, estableciendo contactos profesionales y gestionando su ingreso al Sindicato de Actores de Cine.
Llegó a la narconovela por las vueltas que da la vida. Además del empujón que le dió su papel de Jason en la película costarricense Presos (2015), recuerda que en un festival de cine donde se presentó la cinta tica Puerto Padre (2013), donde participa el actor, conoció a una directora de cine que se interesó en él para hacer el personaje de una película mexicana. Lo contactó la encargada del casting y, luego de que Leynar mandara la audición digital, recibió una mala y una buena noticia: no sería elegido para la película mexicana, pero lo querían para la serie Narcos de Netflix.
Desencadenante: amor por el teatro
Había dos cosas que Leynar amaba de niño: dibujar y jugar bola en la playa. Como buen puntarenense, el mar siempre ha sido parte de su vida, y asegura que eso esculpió su personalidad: siempre en movimiento, pero lleno de serenidad.
Era un joven tranquilo, introvertido y su mayor acercamiento a la actuación fue cuando tuvo que salir vestido de Juan Santamaría y de Rey del Maíz en los actos cívicos de la escuela.
Durante la adolescencia creció su espíritu rebelde. Fue en ese momento cuando su mentor, el actor Danilo Montoya, lo fichó para una obra de teatro. Toda esa rebeldía que Leynar estaba enfocando en otras cosas, se podía canalizar hacia el teatro.
“Él vio que tenía una facilidad para la expresión corporal y para representar el tema de las drogas, que era algo muy cotidiano para mí en Puntarenas, y la obra que llegamos a presentar era sobre eso”, recuerda Leynar.
“Para mí era muy fácil pensar cómo eran mis amigos, sus problemáticas, la manera en que hablaban o caminaban. Tenía el recurso emotivo y una pequeña facilidad para actuar. Esas cosas se conjugaron y servían para lo que Danilo estaba montando en el teatro”.
Por supuesto, después de esa primera obra de teatro, su profesor lo puso a prueba para ver si solo servía para un papel o si realmente tenía pasta para actuar. La respuesta ya la conocemos.
Su formación fue con una metodología particular. A pesar de haber ingresado a la carrera de artes dramáticas de la Universidad de Costa Rica, Leynar no continuó los estudios formales ni llegó a recibir el título. Mas bien, se formó en las tablas; fue miembro activo del grupo Teatro Universitario y buscó llevar cuando taller creyera necesario –dentro y fuera del país– para fortalecer su crecimiento profesional.
En su Puntarenas, trabajaba de día y en las noches pedía el teatro municipal para repasar sus obras, hacer ejercicios o sentarse en el escenario, solo él y las tablas. A veces leía, otras veces callaba. “Para los que nos gusta la actuación es mágico estar en un escenario vacío porque es un punto de inspiración. El color negro neutraliza todos los estímulos visuales y te permite imaginar. Entonces, yo pasaba muchas horas sentado en el escenario pensando en qué proyecto hacer. Era mi rincón de inspiración”. Un rincón que, hasta el momento, solo en su provincia predilecta ha llegado a encontrar.
Los temas sociales se convirtieron en eje durante su formación como actor: presentó obras en la cárcel, asiste a las comunidades, busca transmitir un mensaje.
Justamente, esta entrevista transcurre con una cerveza en mano, a la orilla del Puerto, viendo zarpar el ferry y luego de que Leynar presentara su obra El salto (que trata sobre el suicidio en personas homosexuales) ante 400 estudiantes en el gimnasio del Liceo de Chacarita.
Su historia de vida influye mucho en ese interés social. Proviene de una familia sencilla, ha tenido que construirse sus oportunidades y, antes de dedicarse al teatro, fue cajero de un supermercado. Fácil no la ha tenido.
“Yo me volví intuitivo a estar pendiente de las oportunidades y aprovecharlas, o, si no, a provocar que las cosas sucedan. Siempre tuve un deseo de buscar ser mejor y desarrollar nuevos proyectos, esto me ha hecho tener un sentido más agudo y ser más perceptivo ante la vida”. Y las oportunidades llegaron.
Cuando Leynar trabajaba como asistente de dirección en el Colegio Científico e impartiendo cursos de teatro, llegó una oferta y él, intuitivo, dejó su estabilidad y su confort y viajó a Colombia.
Punto de giro: Narcos
El personaje Limón es uno de los hombres de confianza de Pablo Escobar, que aparece desde los primeros capítulos de la segunda temporada de la serie de Netflix.
Leynar se topó con la sorpresa de que había poca referencia sobre Limón, quien existió en la vida real bajo el nombre de Álvaro Jesús Agudelo. Tampoco se quiso contaminar con ideas de series pasadas, así que construyó su personaje a partir de la observación de Colombia y su gente.
La producción de Narcos fue dantesca, llena de departamentos (maquillaje, redacción, producción, cámaras, continuidad, publicidad, actuación) y el trato para los actores fue de primer mundo. “Durante la filmación me trataron de lujo; tenía a mi disposición un médico, chofer, un apartamento cinco estrellas, un cámper totalmente equipado para mí, con una reglamentación que prohibe que fumen a 20 metros míos... o sea, a la altura de cualquier otro empleado de Hollywood.”
Durante nueve meses, el puntarenense se sumergió en este país suramericano, en las filmaciones y en la vida de Limón. La historia de Narcos está llena de violencia, matanzas y la crueldad de Escobar, esto obligó al actor a buscar espacios de calma entre toma y toma.
En los barrios donde le tocó grabar se topó con gente que conoció al “Patrón” y gente que criticaba que se estuviera haciendo una narconovela más. “Yo no tengo juicio moral para opinar sobre la situación de Colombia. Nosotros los ticos no tenemos autoridad para opinar sobre eso. No hemos vivido una dictadura ni una guerrilla, entonces cómo vamos a hablar de violencia”, cuestiona el actor.
De lo que sí opina es de su derecho a haber aceptado estar en la serie. Trabajo es trabajo. “Como artista, yo voy a tomar el papel y voy a interpretar el rol; pero si me preguntan mi postura como persona, estoy en contra de la violencia y el mercado de drogas”.
Regresó a Costa Rica y su vida había cambiado. Acá dejó su trabajo fijo y alquiló su casa de Puntarenas. Ahora, es un nómada sin residencia fija y lo único estable es su idea de dedicarse por completo a la actuación. Estar, ahora más que nunca, atento a las oportunidad –que asegura han sido bastantes– .
Dos días antes de su partida a probar suerte en Los Ángeles, conversamos en un restaurante Manglar, frente al paseo de los Turistas. Mientras come su plato favorito (chuchecas) saca su celular y me enseña: “mirá, una chica de Brasil hizo una caricatura de Limón y me la envió”; la imagen iba acompañada de un texto que decía “Limón, hasta la última gota”.
Desenlace: reconocimiento
El éxito de este joven no sucedió por una generación espontánea; ha tenido una construcción a lo largo de su vida, del aprendizaje de las mil y una veces que le dijeron que no, las noches de insomnio y las ocasiones que no le pagaron por presentar una obra de teatro.
Sin embargo, en el 2016, le tocó la otra cara de la moneda. “Muchas veces busqué apoyo de periodistas y presentadores de televisión para promocionar mi trabajo, les escribía a los medios de comunicación y ni siquiera respondían. Es irónico porque ahora los medios me buscan para que dé entrevistas. Esto que está sucediendo hoy: darte esta entrevista a vos, haber participado en Narcos de Netflix, haber viajado hasta Chile presentando obras en las comunidades, haber ganado un premio en Europa”.
Hay algo que Leynar, quizá sin saberlo, estuvo buscando durante todos sus años de actor: el reconocimiento. Eso llegó tras su paso por Narcos.
“Estoy seguro de que si yo tuviera un linaje en este país, probablemente a mis 16 años hubiera tenido una página en un periódico, pero no era así. Nunca hubo un reconocimiento; al contrario –y tal vez es extremista lo que voy a decir– pero hubo como un anulamiento. Sin embargo, yo sé que los logros son míos y los atesoro”, dice con un resentimiento que no trata de ocultar.
“Claro que también hubo apoyo. Recuerdo un periodista de La Nación que sacó una nota cuando viajé a Chile. Para él seguramente era una simple nota, para mí eso era una gran cosa, sobre todo porque no conocía a nadie en el medio, mientras que ahora tengo amigos ministros y candidatos a la presidencia que me han contactado. Conozco mucha gente ahora y lo agradezco, pero, en algún momento, no; eso me hace cuestionarme que las cosas funcionan mal porque no encontramos un medio donde exponer nuestro trabajo”.
Para él, la cultura nunca se ha visto como una necesidad en Costa Rica, sino solamente como un número en un presupuesto. Alega que debería haber un sistema que apoye y saque a relucir los talentos que hay escondidos a lo ancho de todo el país. “Detrás de Chacarita hay un músico trompetista; en Bananito Sur de Limón, hay otro músico que toca calipso; en Puntarenas, está Leynar que es actor”, manifiesta.
“A mí me hubiera gustado en algún momento poder reunirme con el mayor presentante de cultura del país y contarle mi experiencia. Estoy hablando desde algún lugar de mi corazón que siente alguna especie de rencor pero creo que tengo los réditos suficientes para poder decir que me gustaría ser un representante cultural”, expresa.
Claro que su vivencia en Colombia influyó en esta opinión, pues allá la prensa prestó mucha atención a sus movimientos, tanto como al resto del elenco de Narcos .
Él lo sabe. “Estoy en la etapa más vulnerable porque vengo de recibir un gran reconocimiento, no de mi país sino de una empresa internacional que me valida como actor y me posiciona en una de las producciones más importantes en Latinoamérica”, comenta.
Obtener reconocimiento internacional también representa algo muy importante para Leynar: el reto de que la vanidad no lo supere. Entre mayor sea la fama, más se mueve el ego y el poder; y, si bien ayer pudo haber estado en un cámper totalmente equipado para la filmación de la serie hollywoodense, hoy está presentando una obra de teatro en el gimnasio de un colegio. “Por eso, mi discurso siempre ha sido: ‘los pies en la tierra y los ojos en el cielo’”.