Hay un mito nostálgico sobre los Estados Unidos de los años 80. Sin muchas oportunidades de conectarse con el mundo exterior, los habitantes de sus pueblitos pequeños se ahogaban en sus alegrías y tragedias: las amistades que nutrían desde la infancia, las celebraciones locales, las traiciones adolescentes y los lutos compartidos.
En el 2016, la serie de Netflix Stranger Things reaviva esa nostalgia por esos tiempos “más sencillos”.
El pueblo de Hawkins, en Indiana, es un lugar que vive ensimismado y exento de tragedias.
“Lo peor que ha pasado, durante los años en que he trabajado aquí, es cuando una lechuza atacó la cabeza de Eleanor Gillespie porque pensó que era un nido”, asegura su jefe de policía.
La desaparición de Will es el primer corte que soporta el velo de tranquilidad bajo el que transpira la vida cotidiana de Hawkins. En un pueblo acostumbrado a que sus niños se movilicen con sus bicicletas a cualquier hora y sin restricción parental, el misterio de su paradero se convierte en un enemigo intangible que saca de sus cabales a su madre, Joyce, interpretada por la veterana actriz Winona Ryder.
“Es un género que no había explorado antes y que me parecía interesante”, aseguró Ryder en las notas de producción de la serie de terror sobrenatural. “Tuve suerte de poder hacer muchas cosas diferentes en la vida y ahora estoy muy entusiasmada con probar algo nuevo”.
La novedad de Stranger Things no es gratuita. Los creadores de la serie, los hermanos Matt y Ross Duffer, se aferraron a sus propias memorias.
“Lo más tenebroso de las películas que nos fascinaban de chicos eran esos personajes en apariencia comunes y corrientes que vivían aventuras extraordinarias. Para nosotros, eso siempre da miedo”, fijo Ross Duffer.
De ahí que, tanto en trama como en estética, Stranger Things se asimile a cintas como E.T. de Steven Spielberg, Cementerio de mascotas o It , adaptaciones de novelas de Stephen King.
“Estábamos obsesionados con sus libros y películas porque sus historias, además de tener personajes familiares, tenían monstruos, situaciones sobrenaturales y ovnis; nos sentíamos parte de la trama. Pero nos influenciaron muchísimas cosas: las películas, los videojuegos, los libros... Luego, metimos todo en la licuadora y lo mezclamos”, explicó Ross.
El drama que desata la desaparición de Will trasciende el pánico normal que podría provocar una tragedia así en un pueblo pequeño.
Un laboratorio que antes pasó desapercibido por el pueblo se convierte en un nuevo foco de temores después de que una niña se escapa de él y da muestras públicas de tener poderes sobrenaturales (muy similares a los de E.T. ).
Los vecinos de Hawkins tendrán que confrontar las extrañezas que amenazan la placidez de su pueblo. Cada uno –adulto, adolescente o niño– encontrará la forma de luchar contra todas estas fuerzas enemigas con sus propias habilidades.
Tres de los niños, afectados profundamente por la ausencia de Will, comenzarán un viaje propio para desentrañar los misterios que, en un comienzo, se asemejan a sus propios juegos (en especial, a Calabozos y dragones , del cual son fans muy comprometidos).
Sin embargo, acostumbrados a su aislamiento, los personajes se encargarán de descubrir que son incapaces de resolver los enigmas por sí solos. Las lecciones de Stranger Things continúan siendo las de las viejas películas y series estadounidenses: en medio de una tragedia, los lazos familiares y comunitarios continúan siendo los escudos más sólidos.
Véalo. Viernes 15 de julio. Netflix: www.netflix.com