Warren nos escribe de Belén intrigado. Resulta que escuchó hablar de un nuevo cómic que rinde homenaje a Batman , el clásico programa de tele de los años sesenta que nos presentó una versión cantiflesca del caballero de la noche. Odiada por algunos pero venerada por otros tantos, la serie que estelarizó Adam West con un ridículo e inolvidable atuendo es considerada hoy un clásico de culto televisivo.
El cariño por aquellas absurdas aventuras del hombre murciélago, llevó a DC Comics a homenajear el pasado para luego dar un paso hacia el futuro. Así, la compañía introdujo la iniciativa DC2 con el título Batman 66 , cómic que fue lanzado exclusivamente en formato digital. ¿Por qué DC2? Para ponerlo sencillo: en vez de ser una reproducción al calco del formato físico, esta variante permite a la historieta aprovechar las bondades de las tabletas y los móviles ofreciendo al lector una experiencia más dinámica e inmersiva. DC Comics lo llama “el siguiente nivel en cómics digitales” aunque es prudente aclarar que ya Marvel y el artista Mark Waid habían trabajado conceptos similares antes.
¿En qué consisten estos elementos interactivos? No estamos hablando de “animación” pero sí de algo cercano: el lector va “alimentando” la lectura a medida que avanza, las imágenes se transforman sobre la marcha y los diálogos surgen con ritmo, dando esa impresión de “historia en movimiento” que calza perfecto con la vibra “televisiva” de este título en particular.
El secreto del tremendo éxito que está teniendo este cómic, va más allá de estos pequeños y agradecidos efectos.
El primer punto clave es el precio: $1. Tomando en cuenta que un título promedio de DC suele costar entre $2.99 y $3.99 el atractivo es notable. Si a eso sumamos un excepcional trabajo de Jeff Parker en el guión y Jonathan Case en el arte, redondeamos una de las más interesantes y populares obras sobre el hombre murciélago del año.
Parker logró capturar la esencia exagerada, torpe y melodramática del show de TV, mientras que Case hecha mano a su talento para recrear la célebre estética camp y kitsch de la serie: la paleta de colores saturados es una delicia.
Se lo pongo así: el respeto por la fuente llega a tal nivel, que hasta el famoso bigote pintado del gran César Romero aparece en el cómic. En aquel entonces, el actor se negó a rasurarse para interpretar al Guasón, por lo que fue necesario pintarle el mostacho de blanco, una ocurrencia que hoy día valoraríamos como ridícula pero que en el contexto del programa calza a la perfección junto al repelente de tiburones, el batusi (búsquelo en YouTube) y el clásico uso de “Santos (lo-que-sea)” de Robin. Batman 66 rescata con maestría y humor todos estos detalles y nos abre las puertas a un entretenido viaje nostálgico hacia el pasado y el futuro al mismo tiempo. No podría recomendársela más.