Hace cinco años llegó a las tiendas de todo el mundo el quinto juego de la saga Elder Scrolls, Skyrim y a la fecha no se ha vuelto a concretar un título de rol de la misma magnitud.
En ese entonces, la firma desarrolladora Bethesda sorprendió a todos los gamers al anunciar la continuación de la cuarta entrega, Oblivion , con un título que presentaba un territorio extenso y invadido por seres poderosos.
Cualquier lector del Señor de los Anillos o el Anillo de los Nibelungos se derretía por escalar las montañas al norte del continente de Tamriel. En el 2011, Skyrim estaba más allá de la vanguardia, era poesía épica trasladada al videojuego.
Para disfrutar de este juego se necesitaba tiempo, había que tomarlo con calma y dejar que el relato hiciera el trabajo.
Había cientos de personajes con historias únicas por contar, millares de libros y eventos que ocurrían para moldear una sociedad en pleno de una guerra civil ¡Era fascinante!
Para conmemorar el quinto aniversario del estreno, Bethesda recurrió este mes a una de las prácticas más comunes y dañinas para la industria del entretenimiento electrónico: hizo una remasterización de Skyrim y la puso a $60 para las consolas de Xbox One, PS4 y PC con la único excusa de agregar cientos de modos de personalización (que ya existían en PC) para actualizar una experiencia que no necesitaba mejoras, al menos no en lo gráfico.
Obvio: es la oportunidad perfecta para aquellos que nunca jugaron un Elder Scrolls , pero para los que ya dominan la saga, este título ofrece poco y conserva los errores de su antecesor.
La premisa sencilla se mantiene así como el diseño de niveles.
Lo peor es que ni se mejora el combate que era la principal debilidad del juego original. Los encuentros son tiesos y se quedan cortos con el de otros videojuegos como Dark Souls o Xenoblade.
Skyrim revolucionó el género hace cinco años, pero esta actualización de $60 no ofrece motivo para volver.