Nos acostumbramos tanto a que siempre estuviera ahí, que casi lo dimos por sentado. Sin embargo, nada es eterno y hace unos noches, cuando corrió el rumor de que Jon Stewart dejaría The Daily Show , la noción de perder uno de los programas de televisión más inteligentes de todos los tiempos fue insoportable.
La versión resultó ser cierta y está confirmado que Stewart dejará en algún momento del 2015 el programa de “noticias falsas” que conduce, desde 1999, en el canal estadounidense Comedy Central. Sobre sus planes futuros no se sabe mayor cosa y aunque es previsible que no se quedará quieto, igual es imposible no sentirse un poco más indefenso sin él al aire.
Jon Stewart ha sido la voz del sentido común en la televisión política del país del norte. Es fácil sentirse seducido por su carisma, por su estilo relajado, por su sonrisa pero, por encima de todo, por sus ideas. Bendito sea, que por él la discusión y el debate se elevaron en una maquinaria que hoy procura vender irrelevancia disfrazada de noticia.
Este humorista ha significado más para su generación que cualquier conductor o entrevistador “serio”. No pocos estudios lo han señalado como la principal fuente de contenido noticioso para un amplio segmento de la juventud en su país, a pesar de que él siempre ha procurado bajarse el piso ante cualquier endiosamiento.
Desde que asumió The Daily Show , este neoyorquino obligó a la audiencia a cuestionarse todo: el discurso político, la orientación ideológica de los medios de comunicación, sus propios valores y creencias. Por él es que hoy muchos jóvenes se toman con pinzas no solo las palabras de las figuras de poder, sino también de los periodistas que las registran y transmiten.
Las redes sociales han hecho de Jon una figura universal, cuyo pensamiento se esparce de post en post , de share en share . Para mí resulta común toparme en Facebook con amigos que comparten videos de sus intervenciones o entrevistas. Y sí, abrazo gran parte de sus posturas, no porque quiera etiquetarme de liberal (como mucho lo califican a él), sino porque –voy de nuevo– sus posturas se basan en el sentido común, en el respeto a la persona y a su inteligencia. Ver a Stewart debatir con figuras como el ultraconservador Bill O’Reilly (Fox News) no solo es educativo, sino necesario: es una lucha entre argumentos y dogmas.
Jon Stewart hizo escuela, dejó un legado, y de su mano crecieron otros como él, siendo sin duda sus alumnos más brillantes Stephen Colbert y John Oliver. Hoy Oliver brilla con su propio programa de fake news en HBO, mientras que Colbert pronto tomará el escritorio de un retirado David Letterman.
Comedy Central anunció que el Daily Show seguirá adelante, sin Jon. Ojalá lo que venga sea igual o mejor; pero, por ahora, se vale llorar.