El presidente ejecutivo de la CCSS, Eduardo Doryan, anunció, el miércoles pasado, que se destinarían más de ¢47.000 millones en el 2007 para construcciones, así como para adquirir equipo médico y para la capacitación de gestión del personal, sin la cual las nuevas obras y las actuales podrían resultar infructuosas, tal como lo demuestra la experiencia en el sector público. Dicho monto, según se informó, representa un incremento del 50% en los mismos componentes en el presupuesto de este año. La diferencia salta a la vista, lo cual denota un cambio estimulante en la visión y en el plan de acción de esta importante institución pública. El monto total del presupuesto de la CCSS para el nuevo período presupuestario, en el campo de la salud, asciende a ¢684.531 millones.
De este modo, se construirán 40 Equipos Básicos de Atención Integral de la Salud (Ebais), cuatro equipos de tomografía axial computarizada (TAC), 12 unidades de hemodiálisis, se modernizarán los equipos de rayos X, se reforzarán los edificios contra incendios, se iniciará la construcción del hospital de Heredia(valorado en $30 millones), se finalizará la ampliación de la antigua Maternidad Carit y se llevarán a cabo proyectos similares en otras regiones del país. Este plan de obras ayudará en la descentralización de los servicios suministrados por los hospitales capitalinos. Este nivel de inversión, según lo anunció el Presidente Ejecutivo, se sostendrá por cinco o seis años. Esto es, no se han ceñido las actuales autoridades de la CCSS a los proyectos de corto plazo, algunos de ellos orientados, como ha ocurrido, a satisfacer peticiones coyunturales o políticas.
Además de los planes de capacitación de gestión indicados, en el aluvión de mala gestión pública en estos años, tal como lo demuestran nuestros reportajes sobre la materia, conviene destacar la sugerencia de la Contraloría General de la República sobre la formación de grupo de trabajo para verificar el exacto y puntual cumplimiento de los proyectos. Con estos y los anteriores datos y reflexiones, formulemos, entonces, votos para que no vuelvan aquellos tiempos en que se inventaron gerencias como estados paralelos dentro de la CCSS y se elaboraron ampulosos planes de compras de equipo médico en el exterior, afianzadas por sus respectivos empréstitos, que desacreditaron a la CCSS y dañaron financiera y moralmente al país.
En última instancia, si es propósito firme de las nuevas autoridades de la CCSS poner a funcionar esta institución y dotarla del equipo y de las instalaciones apropiadas, también lo es restaurar la confianza de los asegurados en ella. Bien han hecho, por ese motivo, en ofrecer rápidamente resultados concretos, orientados a satisfacer necesidades básicas. Esperamos que, precisamente con el mismo entusiasmo y eficiencia, se ataquen otros problemas de vieja data, motivo de honda disconformidad en el país, como las listas de espera o el negocio de los biombos.
La labor de la CCSS en los años venideros es gigantesca. Debe ponerse al día, reconquistar el tiempo perdido, retomar el sendero correcto de la seguridad social, en armonía con la eficiencia y una gestión impecable, y, a la vez, emprender la gran tarea de la modernización en el orden financiero, administrativo y médico. Queden atrás las consejas y la mala fe de quienes, para evadir su responsabilidad en la solución concreta de los problemas nacionales, levantan el fantasma de la privatización de la CCSS por miedo al cambio y a la innovación. Cabe igual reflexión para otras instituciones del Estado.