La pregunta es inevitable: veinte años después, ¿cuánto habrá cambiado Óscar Arias? En aquel entonces era el Óscar de las siete "p": presidente, pacificador, premiado, popular, con primera dama, paloma y picaportes en el despacho presidencial. Y ¿ahora? Lo sabremos en estos cuatro años.
Sin embargo, ya tenemos el primer indicio favorable: esta vez no irá a recibir la banda presidencial en limusina prestada de ventanas polarizadas y amplio espacio para el ego. Consciente, quizá, de su desatino, ahora llegará a pata desde su casa con toda la ministrada al Estadio Nacional. ¡Progresamos!
Pero ¿y en lo demás? Óscar le tenía picaportes a la puerta de su despacho presidencial. ¿Qué necesidad había de ello si en su secretaria Mariángel tenía, y tiene, más que un picaporte una fortaleza inexpugnable? La espléndida sonrisa de ella era como el código de acceso a la oficina del Presidente para quienes iban a visitarlo. ¿Qué secretos guardaba Óscar entre picaportes?
Tomando en cuenta que somos un país cuyos políticos tradicionales nos han dejado en la tusa, ¿se comportará Óscar durante su mandato a tono con la sobriedad que exige nuestro pueblo, o viajará como antes a respirar aires reales con comitivas que de bombetear no pasaban? Los gastos multimillonarios en que como candidato incurrió Óscar durante esta campaña, y que pagamos nosotros peso sobre peso, no son precisamente un buen presagio de austeridad.
En su primer mandato, Óscar halló la coyuntura ideal para gobernar más hacia fuera que hacia dentro: una vaquero en la Casa Blanca disparando para todo lado y una Nicaragua convulsa. Ahora estará en situación parecida. Otro vaquero republicano en la White House y una América Latina que es toda una interrogante con un Chávez con ínfulas de Alá debatiéndose entre el bolivarismo a ultranza y el islamismo de panza. ¿Querrá Óscar ofrecer de nuevo sus valiosos servicios por la paz del hemisferio?
También en aquel entonces, incómodo con la prensa que a menudo le cuestionaba ciertas acciones, Óscar tendía a acudir no a los periodistas directores de medios, sino a sus propietarios para quejarse de las publicaciones que no le favorecían, con la evidente intención de presionar para que lo dejaran tranquilo. ¿Habrá cambiado Óscar de actitud? Durante esta campaña se dieron algunos atisbos de lo mismo. Y no es que, en materia tan principal, uno espere de él a un Castro Madriz, pero que al menos entienda el rol crítico y ético de la prensa independiente. Pero, en fin, esperemos a ver.