No ha sido posible hasta ahora que el Estado, representado por los ministerios de Educación y Salud, haya puesto en circulación adecuadas guías sexuales para informar a maestros, estudiantes y padres de familia, de los problemas a que se exponen los jóvenes cuando tienen relaciones sexuales sin pensar en las consecuencias.
Estamos de acuerdo en que, dentro del programa de educación sexual, los consejos de abstinencia del sexo en los jóvenes y solteros y la fidelidad del matrimonio deben ser la primera enseñanza. Pero, como médicos conscientes de la sexualidad y de los impulsos de los jóvenes, sabemos muy bien que constantemente la pasión domina a la razón y acaban teniendo, con frecuencia elevadísima, relaciones sexuales sin preservativo; el resultado incluye embarazos no deseados (un 40% de los nacimientos del país pertenecen a este grupo) e infecciones por enfermedades de transmisión sexual, en particular por VIH, productor del sida.
Creemos que el atraso en una buena información sobre cómo evitar estos dos problemas condena a la juventud a adquirir el sida, enfermedad letal a largo plazo y de difícil y costoso tratamiento. Hay en el país 2.500 casos en tratamiento y, lo peor, miles de personas lo padecen sin saberlo y contaminan a otras miles, por falta del empleo del condón.
Vidas en peligro. No usar el preservativo da lugar también a contaminación por el virus del papiloma humano, que contribuye al cáncer del cuello de la matriz. Sabemos que muchos de los embarazos no deseados terminan en abortos, lo que, aparte de provocar la muerte de un embrión, pone en peligro la vida y la salud psíquica de las mujeres que recurren a este procedimiento, que muy bien pudo evitarse. Se reportan en el país más de 8.000 abortos por año y se desconoce cuántos miles son provocados. El 38% de las adolescentes primigestas abortan (Procal, 1999). Las últimas estadísticas provenientes de Estados Unidos sobre los programas basados solo en la abstinencia para evitar el sida y el embarazo no deseado muestran que han sido un fracaso.
No podemos engañarnos, según las encuestas, en Costa Rica un 40% de menores de 15 años ya iniciaron su vida sexual y un porcentaje elevado admite no emplear el preservativo ni ningún anticonceptivo, o ignoran su existencia y las consecuencias. Cabe agregar que muchos embarazos son producto de la violación por parientes, como evidencian los estudios de Procal. Los embarazos en niñas de 12 y 13 años están aumentando y se ven incluso en menores de 9 años.
Según estadísticas, el 41% de las primigestas en Costa Rica son madres adolescentes y se calcula que más de la mitad son solteras. El 50% de los niños que nacen no tienen padre conocido, y sus madres son jóvenes solteras, la mayoría pobres, con educación deficiente y que viven en barrios marginales (encuesta Proyecto de Investigación Estructuras de la Opinión Pública, UCR).
Niños de la calle. Como consecuencia, los niños producto de esos embarazos no deseados van a ser criados con grandes dificultades económicas y educativas, y, por falta de recursos, muchos se convierten en niños de la calle, con el riesgo de que estos jóvenes que se sienten marginados por la sociedad vean como única opción para tener recursos el asociarse a pandillas para robar y cometer otros actos más graves, o terminan siendo alcohólicos o drogadictos.
Creemos que el aumento de la violencia de todo tipo en parte obedece a la aparición de una población joven en barrios donde campea la violencia como único ejemplo para sobresalir. De continuar esta situación, en pocos años la población de niños y jóvenes sin padre y sin apoyo de la sociedad para que puedan crecer y desarrollarse en mejores condiciones va a ser tan elevada que el país podrá verse afectado por una violencia criminal altísima.