Del escándalo sobre el supuesto caso de acoso sexual en el Congreso, lo que mayor sorpresa me provocó fue la reacción inicial de algunos legisladores, especialmente del Partido Liberación Nacional.
Es ya bastante lamentable la sola idea de imaginar que los hechos denunciados sean reales; que existan personas que crean que pueden atropellar a otros, con o sin efusividad, y no tener consecuencias; que sientan que el poder político y económico es un pase para hacer u obtener todo lo que quieran.
Pero lo más lamentable fue la actitud inicial de la jefa de bancada de Liberación Nacional, Mayi Antillón, la misma diputada que salió casi a crucificar a la legisladora del Partido Acción Ciudadana Andrea Morales por haberse atrevido a posar para la revista Soho en las santas instalaciones de la Asamblea Legislativa. Pensé, en esa ocasión, que la diputada Antillón reaccionó así para defender la dignidad e institucionalidad del Congreso, pero, si así fuera, igual o más preocupación habría sentido ahora, cuando se habla de que en el mismo y sacrosanto edificio de Cuesta de Moras, un compañero suyo se habría atrevido a DESPEDIR –permítanme escribirlo en mayúsculas– a una funcionaria por no ser “leal” con él y ponerle límites.
Es cierto que, en casos como estos, debe privar la serenidad y la prudencia, pero eso no es lo mismo que tratar de minimizar las cosas sin antes ni siquiera tomarse la molestia de pedir a alguno de sus colaboradores que indagara un poquito más el caso. Dio más la impresión de que se trataba de un intento por “tapar la torta” del chiquito, como decimos los ticos.
Igual de blandengue fue la respuesta del presidente del Congreso, Francisco Antonio Pacheco.
Peor aún, saber que en el plenario una diputada alertó a sus compañeros para que se cuidaran de las mujeres “provocadoras”.
¡Por Dios! Ustedes y yo sabemos cuán difícil es que las víctimas de algún tipo de agresión (acoso sexual, por supuesto) se atrevan a denunciarlo. Son situaciones donde hay una relación desigual de poder, y la víctima se siente asustada.
Pero ya la denuncia está hecha. Ahora habría que esperar todo un trámite judicial para que el plenario levante la inmunidad del diputado Tinoco o que este haga un esfuerzo para portarse como un caballero y renuncie a ella y, por su- puesto, se retire del cargo mientras es objeto de investigación. Lo otro que esperamos es que la investigación no se convierta es un espectáculo del que algunos busquen obtener réditos de imagen o políticos.
Finalmente, vale la pena que se revise si hay por ahí alguna denuncia pendiente, porque parece que los casos de acoso no son nuevos en la Asamblea y que lo que ha faltado es la voluntad para investigarlos y sentar los debidos precedentes.