La bandera ondea en lo alto, ¡qué lindos colores! El viento le clava las garras frenéticamente, azul; le da un respiro, blanco; arremete contra ella con nuevos ímpetus que la rasgan, rojo sangre; la deja en paz por unos momentos, blanco; finalmente sopla hasta arrancarla del asta y se la lleva volando hasta el azul, azul la última franja desgarrada, azul límpido de cielo patrio.
Este año Costa Rica cumple 185 años de ser una patria independiente. ¡Noble patria, fundada sobre ideales de democracia y autodeterminación, tu hermosa bandera expresión de tu vida nos da, fuiste construida con la esperanza, el esfuerzo y el coraje de unos cuantos, bajo el límpido azul de tu cielo, de nuestros antepasados, hombres y mujeres simples pero preclaros, blanca y pura descansa la paz!
Con conciencia y visión. Tierra generosa, en la lucha tenaz, durante más de 100 años de fecunda labor, nos regalaste tus frutos, que enrojecen del hombre la faz, y amamantaste próceres; con trabajo honrado conquistaron tus hijos, con espíritu de progreso, labriegos sencillos, con conciencia y visión social, eterno prestigio, estima y honor.
Luz eléctrica, ferrocarril, hospitales y escuelas fueron cubriendo el territorio nacional con el brío de nación líder. ¡Salve, oh tierra gentil! Nación solidaria y cuidadosa del bienestar de todos sus hijos. ¡Salve, oh madre de amor! Promulgación de garantías sociales, creación de universidades públicas, poca desigualdad social. Cuando alguno pretenda tu gloria manchar… los costarricenses de entonces tenían dignidad y sentido del honor, verás a tu pueblo valiente y viril, eran mujeres y hombres de principios, la tosca herramienta en arma trocar. Sí, en Costa Rica se vivía muy bien. Salve, oh patria, la Suiza centroamericana, tu pródigo suelo, el país de la eterna primavera, dulce abrigo y sustento nos da..., con un ejército de maestros armados con libros, seguridad social universal, una amplia clase media, baja mortalidad infantil y casi completa alfabetización. En algún momento no muy lejano se podía decir que superamos a la “madre patria”, la España de la que con tanto ardor nos independizaron aquellos hombres y mujeres.
No todo está perdido. Tristemente, la fisonomía de nuestra patria ha cambiado mucho en estos 185 años. Hoy esa misma tierra, maltratada, descuidada, despojada de gran parte de su natural piel exuberante, con sus arterias contaminadas, con cerros de basura, sigue amamantando a sus hijos, ya no tantos próceres visionarios, honrados, trabajadores, valientes y viriles, sino muchos ingratos, violentos, obstruccionistas, egoístas, sanguijuelas, que con sus actuaciones mutilaron a Costa Rica: le cortaron las veloces piernas con que se dirigía hacia el desarrollo. Herida, Costa Rica avanza con lentitud, se tropieza, se desorienta, mira hacia todos lados y por momentos se desanima.
Sin embargo, hoy, 185 años después de aquel sagrado día en que nuestros antepasados nos obsequiaron el precioso don del libre albedrío, no todo está perdido; ni por fuerza, todo tiempo pasado es mejor. Todavía quedamos muchos que amamos a esta nación y desde nuestras propias trincheras –el hogar, las aulas, la oficina, la parcela, el mercado, el hospital, el templo, los tribunales, la fábrica, el autobús– luchamos por devolverle los bríos, la dignidad, la transparencia y la fecundidad, bajo el límpido azul de su cielo. Estamos a tiempo de tomar en nuestras manos la bandera de colores de paz y libertad que recibimos de nuestros venerables antecesores para pasarla, remozada, a los que siguen. ¡Vivan siempre el trabajo y la paz!