La literatura occidental inicia con la cruenta descripción de una guerra macabra: la descripción homérica de la Guerra de Troya. Desde entonces, y a través de los tiempos, nuestra historia ha sido marcada por la visión de escenarios dantescos. De guerra en guerra, de destrucción en destrucción, hemos contado los años y las décadas, a partir de los horrores que las guerras continuas nos iban retratando. Nuestra memoria histórica guarda imágenes de aniquilación absoluta, las imágenes de la guerra entre los seres humanos.
Pero la humanidad atestigua hoy el surgimiento de una nueva visión dantesca, una que constituye, más bien, una previsión: la que nos retrata la guerra entre los seres humanos y la naturaleza. La visión de un desierto cuyas extensiones son imposibles de vislumbrar, con tierra resquebrajada que no se puede pisar, a causa de las infernales temperaturas. Un planeta en donde la vida ha sido desplazada y solo las cucarachas, o tal vez ni siquiera ellas, puedan habitar. Un mundo cuya paleta de colores, hasta ahora infinita, se reduzca a una escala de grises y cafés oscuros, rodeados de una atmósfera enviciada, imposible de respirar.
Esta no es una descripción del Apocalipsis, sino, sencillamente, del mundo que nos espera si no hacemos algo aquí y ahora mismo, para declarar la paz con la naturaleza. Algunos podrían afirmar que, dentro de todos los países del mundo, Costa Rica es precisamente el que menos debería sentirse obligado a asumir más compromisos en materia ambiental. Pero, si vamos a liderar con el ejemplo, es justo que admitamos nuestros propios errores. Es cierto que somos un país que respeta el ambiente, pero también resulta cierto que somos un país que podría respetarlo mucho más.
Cuatro compromisos. Por eso, el pasado 6 de julio, Costa Rica asumió cuatro compromisos en el ámbito interno y cuatro compromisos en el ámbito internacional, que son adicionales a las obligaciones internacionales que ya hemos contraído. Los asumimos porque creemos que, si Costa Rica puede hacerlo, con su economía diminuta y su subdesarrollo a cuestas, no existe ninguna justificación para que otras naciones no lo hagan.
1.- Costa Rica se comprometió a ser neutral en carbono, o “C-Neutral”, para el año 2021. Esta es una meta ambiciosa, que requerirá para su realización de la ayuda de todos los ciudadanos y de los próximos gobiernos. Vamos a compensar las emisiones de carbono que liberamos, con dosis equivalentes de oxígeno para que, llegado el 2021, Costa Rica no contribuya en nada con el calentamiento global y el deterioro del aire que respiramos. Abolir las emisiones netas de carbono será, para nosotros, el equivalente a la abolición del ejército que hiciera don Pepe y a la pacificación de Centroamérica que logramos en mi primer gobierno.
El Poder Ejecutivo liderará este esfuerzo. Por eso asumí el compromiso personal, e invité a todos mis ministros, viceministros y presidentes ejecutivos a que hicieran lo mismo, de hacer que todos nuestros viajes al exterior sean neutrales en carbono. Esta es la primera de numerosas acciones que adoptaremos en lo sucesivo, entre las que destaca una reducción significativa del impuesto sobre los automóviles híbridos, y otros tipos de vehículos que usen fuentes renovables de energía.
2.- Hemos firmado un decreto ejecutivo que obliga a todas las instituciones del Estado a elaborar, y poner en práctica, un plan de gestión ambiental. Con ese decreto, daremos una clara señal de que nuestra paz no solo es cierta y palpable, sino que es obligatoria y liderada por el Estado.
3.- Vamos a aumentar nuestra cobertura boscosa y nuestras zonas protegidas, expandiendo el sistema de Pago de Servicios Ambientales a través del FONAFIFO, para que alcance una cobertura de 600.000 hectáreas. Ya hemos adelantado nuestra meta de plantar 5 millones de árboles en el 2007, en el marco de una campaña cuyo lema, “A que sembrás un árbol”, fue sugerido por jóvenes costarricenses. También estamos expandiendo nuestros sistemas de corredores biológicos.
4.- Nos comprometimos a promover el aprendizaje del desarrollo sostenible y la educación ambiental, en los programas escolares y colegiales. Porque, si pretendemos cambiar el mundo, deberíamos empezar por nuestras aulas y asegurarnos que nuestros niños y jóvenes no se acostumbren sólo a restar los árboles de nuestra naturaleza, sino también a sumar los bosques, a multiplicar los manglares y a darles a nuestras especies un valor exponencial.
Cuatro acciones. Sin embargo, es esencial que la paz con la naturaleza sea una iniciativa internacional. Costa Rica puede ser un faro en la tormenta, pero solo el mundo entero puede ser un sol resplandeciente. Por eso también impulsaremos cuatro acciones en el exterior:
1.- Lideraremos una red internacional de países neutrales en emisiones de carbono, que sirva como muralla moral frente a las ambiciones egoístas de algunos, que pretenden seguir lucrando a costa de nuestro futuro. Una red de países diciendo en los más diversos idiomas, desde los más variados lugares, bajo las más distintas banderas: “no renunciaremos a la vida en el planeta”.
2.- Impulsaremos la creación de un sistema de retribuciones para los países que cuentan con bosque primario, con el interés de que tengan un incentivo para no deforestarlo. Una de las más evidentes carencias del Protocolo de Kioto es que constituye un mecanismo de reconocimiento a quien reforesta, pero no a quien no deforesta.
La diferencia es esencial: la destrucción de bosque primario trae para el mundo secuelas nefastas, que no pueden ser solventadas por la reforestación, por intensa que esta sea. El bosque primario es una obra de arte de nuestro planeta. No podemos pretender sustituirlo con bosque reforestado, como no podemos pretender sustituir los frescos de la Capilla Sixtina con una réplica. La reforestación debe ser siempre un plan B y así debe reconocerlo la comunidad internacional.
3.- Impulsaremos en el exterior la implementación de mecanismos de canje de deuda externa bilateral por conservación ambiental. Si bien durante décadas las naciones en vías de desarrollo han pedido dinero prestado al mundo desarrollado para solventar sus gastos, también es cierto que, en materia ambiental, el mundo desarrollado está en deuda. Es hora de saldar las cuentas. La historia ofrece a las naciones industrializadas una oportunidad única: darles un respiro a estos países, a cambio de unas bocanadas de aire puro. Ese perdón de deuda le permitirá a los países en vías de desarrollo no solo una mayor protección ambiental, sino también un desarrollo humano más elevado para sus habitantes.
4.- Endosaremos una iniciativa propuesta por el premio Nobel de Química de 1995, Mario Molina, que propugna la creación de un canon por la emisión de dióxido de carbono. Sé que esta iniciativa implica para los países un gasto considerable. Pero, como bien afirma el profesor Molina, “no tomar ninguna medida, podría tener un costo 20 o 30 veces superior”. Si pensamos que la paz con la naturaleza es muy cara, deberíamos revisar el costo de la guerra contra la naturaleza. En particular para los países que, como Costa Rica, dependemos en gran medida del turismo, el costo del deterioro de nuestro ambiente es, por mucho, superior a su conservación.
Estas son las ocho acciones que impulsaremos dentro de nuestro territorio y en el concierto internacional. Estamos convencidos de que, aunque el primer poema de nuestra literatura occidental haya sido un poema de guerra, nadie ha escrito todavía el último poema del planeta. Nadie puede llamarse historiador del fin de nuestra especie, nadie puede llamarse cronista de nuestros últimos días. Todavía nos queda tinta en el tintero, y tenemos que decidir qué describiremos con ella: si describiremos un escenario desértico, en donde la muerte haya sido coronada reina, o si describiremos la vida, el agua, el aire y la savia. Tenemos que decidir si escribiremos un último poema de guerra, o si escribiremos, por fin, el poema de nuestra paz con la naturaleza.