Hablando las cosas como son, la figura de transporte público llamada “taxi formal” desde hace muchas campañas políticas, no es más que un premio a los “pegabanderas” y a ciertos allegados al candidato presidencial o partido político de turno, lo que ha venido a degenerar en otros sistemas que irán creciendo hasta que se tomen las medidas correctivas necesarias.
En una de las últimas campañas, interrogué a un conocido sobre su empeño en el trabajo para el partido de su preferencia, y me contestó: “Yo no voy con el partido, voy detrás de unas placas de taxi”.
A mi modo de ver, este asunto tiene una solución: abrir la operación de acuerdo a la ley de la oferta y la demanda, condicionada a que el operador proporcione un vehículo de modelo reciente, en perfectas condiciones, con no más de dos años de uso; su conductor debe recibir un curso de educación vial y personal en el INA, vestirse con uniforme o por lo menos “como la gente”, buena presentación personal, tener póliza de seguro que cubra el vehículo y sus pasajeros, contador autorizado y revisado por el departamento correspondiente, y otras obligaciones que ya los entendidos sabrán.
¿Recuerda usted cuando solamente a través del teléfono se pedían los taxis y el servicio de autos con conductor lo daban los famosos garajes 4004, San José, Universidad, Alfaro, Costa Rica, Vives, La California, etc.? ¿Recuerda la presentación de los conductores y de los vehículos?
¡Qué diferencia con el pachuquerío que trabaja hoy en ese oficio, con pantalones cortos, pelo largo, barba, colita, con aspecto de que ni siquiera se han bañado, y es posible que muchos de ellos tengan antecedentes policiacos.
En fin, con voluntad política se puede corregir este problema muy fácilmente.