En su oportunidad comenté ampliamente el ingreso de un buen número de costarriqueñismos a la 22.ª edición del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE). En ese entonces elogié la actuación de nuestra Academia Costarricense de la Lengua –con mayor razón cuando aún se hallaba en situación precaria, sin sede y con un misérrimo subsidio gubernamental–, aunque pronto supe que toda la carga costarriqueñista se puso en las espaldas de un solo académico y descubrí, además, muchos pecados de comisión y de omisión, que en su momento glosé.
[Les recuerdo, por ejemplo, un bino-binear (escrito así, con b de burro), un güila extrañamente aplicado al miembro viril y a un raro escarabajo, una lamentable confusión entre concho y conchudo (concho no aparece como costarriqueñismo en el DRAE y conchudo viene como equivalente a tosco, grosero), un inexistente achará con carácter adjetivo y una lamentable ausencia de los emblemáticos pura vida y yigüirro, entre otros].
Pero ahora viene lo mejor. Un día de estos una buena amiga y colega me cuenta que descubrió en el nuevo DRAE un costarriqueñismo que ella, filóloga y nacida en la Suiza centroamericana, nunca antes había oído. Se trata del verbo acupear, que, según el citado léxico, es transitivo, se usa exclusivamente en Costa Rica y significa defender, respaldar.
Desde que recibí la noticia de la existencia de este ignoto vocablo tico en el nuevo DRAE, confieso que mi vida fue un puro sobresalto. Consulté todos los diccionarios de costarriqueñismos a mi alcance: Gagini, Quesada, Agüero, Ferrero... Ni rastro de acupear. Pregunté a familiares, amigos, compañeros, alumnos, colegas, conocidos y desconocidos: a mi vecino en el bus, al hombre que pasa por la calle vendiendo helados de palito, al taxista –aprovechando un momento en que bajó el volumen del radio–, a la cajera del súper, a los que piden para quién sabe qué en los semáforos, a los “cuidacarros”, a los que hablan de la Biblia de puerta en puerta... Todo en vano. Nadie conocía el costarriqueñismo acupear.
Pero seguí insistiendo. Con una patética y tenaz fidelidad al léxico oficial de mi amado idioma y al habla popular de mi querido país de adopción, integré acupear a mi vocabulario cotidiano.
–El país debe acupear la lucha antiterrorista –afirmaba yo ante un grupo de extrañados amigos.
–Hay que acupear a la Academia Costarricense de la Lengua para que le den sede y subsidio estatal –explicaba a mis asombrados alumnos de Filología.
–Cuente siempre con mi acupeamiento [me atreví a acuñar el sustantivo correspondiente] –ofrecí a un sorprendido señor que aspiraba a una alcaldía.
Así hasta que un buen día me cayó la peseta. ¿Cuál verbo acupear? ¡Acuerpar... acuerpar era el vocablo correcto! Alguien de la Academia tica “embarcó” al DRAE cuando, al confeccionar la lista de costarriqueñismos, incurrió en una errata, lapsus, dedazo, desliz o gazapo, y escribió acupear por acuerpar...
Y ahora, ¿quién podrá acupearnos?