La momia de Mao Tse Tung, sólidamente encajada en su mausoleo de Tiananmen, en Pekín, cumplirá mañana 30 años de…ser momia. En cuanto a su alma, ignoramos por dónde andará, en compañía de Stalin, de Hit- ler y de muchos otros que, velis nolis ( velint nolint ), se verán las caras por esos mundos de Dios…
Fue un 9 de setiembre de 1976, cuando el gran Timonel lanzó su último suspiro y se quedó en medio del mar, y sin barca. El Gran Salto Adelante, de 1958, había terminado, como todo proyecto totalitario, en catástrofe, y China sufría aún las últimas réplicas de la Revolución Cultural, desatada hacía 10 años, anegada en sangre y muerte. Para entonces, Fidel Castro, con 17 años a cuestas de terror popular (y 30 más, hasta hoy, cercano a la rendición de cuentas), se había consagrado como el mandadero de la URSS. Hugo Chávez, su bufón mortecino, era, a la sazón, al intentar Mao su última mueca, un mozalbete de 22 años.
Mao es hoy el inquilino de un mausoleo, y, aunque el Partido Comunista Chino decretó, en 1980, que su obra comprendía “70 por ciento de positivo y 30 por ciento de negativo”, lo cierto es que un solo dato resume su paso por la historia: 65 millones de muertos en China, que, sumados a los 20 millones en la URSS, 1 millón en Vietnam, 2 millones en Corea del Norte, 2 millones en Camboya, 1 millón en Europa del Este, 150. 000 en América Latina, 1,7 millones en Africa, 1,5 millones en Afganistán y unos 10.000 muertos en el balance del movimiento comunista internacional y de los partidos comunistas en el poder, tenemos, al final, según El libro negro del comunismo, más de 100 millones de muertos, gracias a una fórmula eficaz: el terror y el crimen en masa, como sistema de gobierno.
Pues bien, mañana cumplirá 30 años de muerto el campeón, que produjo 65 millones de muertos, al que ha sucedido, para tragedia suya, una serie de dirigentes –el primero, entre ellos, Den Xiaoping, el arquitecto de las reformas; en el 2002, Jiang Zemin, y, ahora, Hu Jintao– empeñados en conquistar altos niveles de desarrollo. ¿Cómo? Según el Financial Times (martes pasado), el ministro de Comercio de China, Bo Xilai, expresó: “La única manera de asegurar el desarrollo es por medio de una mayor competencia y de una economía más abierta. El pueblo chino comprende que una mayor riqueza es resultado de la apertura”.
Dicen por ahí que se organiza un tour de ticos que partirá mañana hacia Pekín, pasando por La Habana, para llorar junto a la momia de Mao y jurarle fidelidad a la vía maoísta: todo lo contrario de lo que dijo Bo Xilai.