Honor a quien honor merece: el Sindicato de Empleados de Japdeva(la del subdesarrollo de la Vertiente Atlántica) merece todos los honores. Ha convertido los máximos privilegios en ley de la República, gracias a la generosidad de los negociadores de las convenciones colectivas que, por supuesto, regalaron a manos llenas lo que no era de ellos. Han logrado, asimismo, el homenaje de los populistas y los patriotas de pacotilla: el silencio.
¿Cómo no exaltar a los dirigentes sindicales que gozarán de 150 días libres al mes, con goce de salario, distribuible según gusto y conveniencia; pago de horas extras, en esos días, aunque no trabajen; permiso con goce de sueldo para asistir a las reuniones ordinarias y extraordinarias del sindicato; ¢7,8 millones para capacitación de ellos y los afiliados; ¢70 millones entre el 2002 y el 2003 para el complejo vacacional; ¢5 millones para el mantenimiento de dicho complejo; el 60% gratuito del fondo de becas de Japdeva; ¢9 millones para actividades culturales y recreativas, y regalos a los hijos de los empleados a fin de año…
Además, amenazas y tortuguismo en los muelles, en contra de los productores y de los consumidores, en forma pública e impune; movilización de los Gobiernos medrosos de Costa Rica (casi todos) y otorgamiento de cualquier demanda (que en español se llama chantaje), también impune; filas de furgones por kilómetros y kilómetros, sin importar la magnitud de las pérdidas; obstrucción de las vías públicas, cuando les venga en gana, ante el aplauso de ciertos políticos y de sus consejeros espirituales, que han proclamado en sus escritos el poder sindical…y ¿qué más? Que, recibido y degustado todo, exigen que el Gobierno les entregue un documento firmado por el presidente de la República en que se comprometa a no dar en concesión los puertos del Caribe, todo ante la contentera de los mismos de siempre.
¿Tiene esto lógica? Pues sí. ¿Cómo, con este banquete anual de privilegios y esta sangría contra los productores y el pueblo de Costa Rica, van a permitir la concesión de los puertos? Sintrajap, el sindicato de este cuento, es el hermano gemelo de Conarroz, un sistema férreo de beneficios, a costa del pueblo; un feudo escandaloso en un Estado de derecho. Ambos, con toda razón, furibundos enemigos del TLC y de todo aquello que signifique competencia, la cual, dada su doble dimensión semántica, presupone capacitarse y enfrentarse, sin miedo y sin privilegios.
El tortuguismo es mucho más que un arma sindical. Es un estilo contra el cambio en ciertos ambientes políticos.