La revista Harvard Business Review , en su edición de enero de este año, se dedica por completo a la toma de decisiones. Es un buen tema para Costa Rica porque, si pensamos en el pasado reciente y en el presente de este país, con una pizca de visión sabremos que estamos en un punto crítico: o nos dedicamos a tomar decisiones, o todas las que hemos pospuesto y evadido se convertirán en la enorme decisión de quedar a la deriva, abandonados a los caprichos del destino o al caos de un entorno donde el conflicto y la agresividad sin sentido se confunden con honradez e inteligencia.
Dice uno de los autores que escriben sobre el tema en la revista mencionada, que la indecisión se convierte en cultura, y esto es lo que nos ha sucedido. Pero agrega, casi como si fuese para nosotros, que la cultura de indecisión solo se vence cuando los líderes instauran el diálogo sincero en los mecanismos de interacción social. Es decir, honradez como actitud y comportamiento real, no como pose.
Grave peligro. La cultura nacional de indecisión -también producto de nuestra tendencia a los rodeos, los eufemismos y la incapacidad de abordar los problemas de frente- es quizá el mayor de los peligros que afronta nuestro país.
Por no tomar decisiones hemos sufrido atrasos en áreas estratégicas y seguimos a diario perdiendo competitividad y posibilidades de avance, precisamente en el siglo de las oportunidades para el país que mejor aprovechó algunos de los siglos anteriores, educándose para el futuro, ya presente.
Lo paradójico es que, a pesar de estar mejor preparados, los egoísmos, el apego al pasado, el temor a la innovación, el afán de protagonismo de unos, la pequeñez y miopía de otros, nos detienen y terminan acobardando a parte importante del país. En el fondo subyace la carencia de honradez intelectual que hace a todo un país orientarse a lo aparente y no a lo real.
Ejemplos de nuestra indecisión hay muchos. Desde hace varias administraciones, Costa Rica necesita corregir su problema fiscal, sanear su hacienda y ordenarse a sí misma; pero no hemos sido capaces de tomar las decisiones necesarias para aprobar un proyecto inteligente, mientras la deuda sigue creciendo, los recursos del Estado ya solo alcanzan para pagar intereses y estamos cercanos a ocupar el primer lugar de inflación en América Latina.
Grave ha sido también la indecisión en el campo de las telecomunicaciones. Después del famoso "combo del ICE", se creó la comisión mixta que, supuestamente, tomaría las decisiones necesarias para crear un nuevo proyecto en esa mesa de consenso, pero allí estuvieron sentados durante años hasta que fue disuelta sin resultados.
El país sigue obligado al régimen de la indecisión en el campo más importante del siglo XXI: la conexión con el mundo. Nuestro aislamiento histórico sigue siendo una condición mental.
Si deseamos más ejemplos, hay muchos: la indecisión sobre el TLC, una de las más peligrosas de nuestra era; el tiempo que se llevó tomar una decisión sobre el San Juan; el caso del Aeropuerto Juan Santamaría, que convirtió un hermoso proyecto en foco dramático de conflicto e inseguridad jurídica.
Parte de la cultura de la indecisión es la práctica de la obstrucción de los procesos democráticos de toma de decisiones, en las calles y en el Congreso.
Es también el uso de las presiones para evitar que las mayorías tomen decisiones como corresponde, la moda de destruir a los demás en un país que lo que más necesita es construir; la falsa idea de que consenso debe ser unanimidad, y el temor al riesgo implícito en las decisiones. Todo eso hace cultura de indecisión.
Esos males deben empezar a desaparecer porque, si no, lo que va a desaparecer es la Costa Rica buena que conocimos. No podemos seguir viviendo de glorias pasadas y dedicándonos tan solo a ver qué logra cada uno para sí mismo, egoístamente, mientras paralizamos al país en la indecisión.
Menos planes. Este año hay que tomar la decisión del TLC a la mayor brevedad posible porque cada segundo que pasa se lleva mil oportunidades. Debe elegirse un buen Presidente y darle el poder necesario en la Asamblea para que pueda gobernar porque no tiene sentido elegir a alguien y, en el mismo acto, quitarle el poder de decisión. Debe decidirse un marco legal para las telecomunicaciones y una vía de saneamiento fiscal. Esto es solo para comenzar.
Este es el año de las decisiones, y la primera es de cada uno de los ciudadanos en su fuero interno. Cada uno de nosotros debe proponerse a tomar sus propias decisiones y a impulsar con determinación un país decidido.
Como dice HBR , hagamos menos planes y decidámonos a tomar más decisiones.