Lupercio Leonardo de Argensola, poeta español que falleció a principios del siglo XVII, en un poema relativamente conocido, decía que ese cielo azul que todos vemos ni es cielo ni es azul. Y se lamentaba: “¡Lástima grande que no sea verdad tanta belleza!”.
Después de escuchar la lectura del informe rendido por el Presidente Pacheco a la Asamblea Legislativa el 1.° de mayo, tentados estuvimos de lanzar un lamento similar. Páginas y páginas plagadas de logros en todos los campos, aparentemente respaldadas por cifras, que inducen a pensar que estamos en presencia de una pujante sociedad que marcha con paso firme y decidido hacia un futuro de prosperidad y bienestar general, comandada por el actual gobierno.
Confusiones
Al igual que en el primer informe, detrás subyace la idea de que todo “logro” significa progreso, independientemente de si se trata de pequeños o de grandes, y si hay relación entre ellos. El conjunto se muestra confuso: cifras por aquí, cifras por allá; pedacitos y pedazotes que se van juntando hasta constituir una totalidad amorfa, difícil de analizar.
Es en realidad un recuento de todo lo que hace la administración pública; no un informe del estado de la nación. A los distintos informes rendidos por la diversidad de instituciones que conforman el sector público, se les ha aplicado una especie de corte y pegado, agrupando en un nuevo documento los resultados obtenidos en una variedad de campos de acción, con titulares sugestivos, con la pretensión de mostrar coherencia institucional. Desde ese punto de vista no deja de ser interesante, porque no es poco lo que se hace, pero ¿cuál será la calidad?
Ante la interminable lista de logros el optimismo presidencial se desborda: “Hay dentro de este informe numerosas muestras de la importante obra en marcha que estamos impulsando en todos los ámbitos de nuestra gestión”. ¡Y claro que se está haciendo obra!; es más, ¡todos los gobiernos lo hacen! Incluso algunas de ellas traspasan los límites de las administraciones.
Pero esa obra en marcha ¿hacia dónde nos conduce? El norte es claro, dice el Presidente: “poner a Costa Rica a producir, ubicarla –sin complejos– entre las grandes corrientes de la economía mundial y generar la prosperidad que necesitamos para superar la pobreza y alcanzar el desarrollo”.
TLC suplanta la estrategia
Pasemos por alto la imprecisión en los términos y la ingenuidad de plantear así problema tan complejo, y admitamos que la dirección es correcta. Una pregunta se impone: ¿es posible identificar, dentro del conjunto heterogéneo que se nos presenta, las grandes avenidas que conducen hacia esa dirección? La respuesta necesariamente es ambivalente. Tenemos que reconocer que hay importantes esfuerzos materializados en programas y proyectos; pero la coherencia que se nos trata de vender no existe. Todos los días los medios están plagados de noticias que dan cuenta de incongruencias, atascamientos, obstáculos, traspiés y corrupción.
Además, muchos de los logros son el resultado de esfuerzos aislados que no responden a una concepción claramente delineada sobre lo que se pretende alcanzar en el futuro. Como ha sido repetido tantas veces, el gobierno carece de un proyecto de país; pero en ese aspecto no está solo pues, en general, políticos y partidos se encuentran en similar situación.
Por esa razón el tratado de libre comercio con los Estados Unidos, que debiera ser parte de una estrategia de desarrollo nacional, ha terminado convirtiéndose en la estrategia general. No es de extrañar, entonces, que la parte del informe que se dedica a ese tema sea una de las más desarrolladas.
En cuanto a la reducción de la pobreza, otro aspecto destacado del informe parece prematuro darlo por sentado en tan corto tiempo. La próxima encuesta de hogares nos dirá si fue un logro sostenible o flor de un día, para desgracia de muchos.