La postulación de Christiana Figueres a la Secretaría General de las Naciones Unidas activa múltiples cargas positivas. Pero una supera a las demás: desde los valores universales que Costa Rica impulsa, ella personifica, con desusado vigor, el tipo de agenda, supuestos, estrategias y actitud que reclaman la ONU y el mundo de hoy.
Ni esta ni otras fortalezas garantizan su elección. Hay muchos y muy buenos candidatos y muchas y muy buenas candidatas. La escogencia depende de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido). Lo que para algunos de ellos es virtud, para otros puede ser vicio, y en la ecuación juegan los ideales y atestados, pero también los intereses y el poder.
Christiana encarna temas emergentes e ineludibles de la gobernanza mundial . Sin descuidar la paz, la seguridad y los derechos humanos, siempre cruciales, añade bienes públicos globales que, como el ambiente, la migración o el desarrollo sostenible, reclaman acción multilateral. Frente al paradigma de las divisiones (norte-sur, ricos-pobres, este-oeste), antepone la apertura de canales y la identificación de objetivos comunes que faciliten acuerdos.
Conocedora de que el sistema internacional no puede concebirse únicamente como un entramado de Estados, propicia la incorporación ordenada de otros actores: organizaciones civiles y empresas, la academia y la filantropía, el impulso tecnológico y las culturas locales. Y todo esto lo asume con un ímpetu propositivo y visionario, pero anclado en el pragmatismo y la flexibilidad estratégica.
Todas estas cualidades las puso de manifiesto como líder del complejo engranaje que produjo el acuerdo de París sobre cambio climático. Además, tengo la certeza de que las expresará con mayor claridad conceptual antes de la elección que se celebrará en las últimas semanas.
Para potenciar las opciones de éxito, nuestra maquinaria diplomática deberá, a partir ahora, funcionar con planes, precisión y nivel supremos. Las grandes ligas lo exigen. Pero aunque así ocurra, como espero, el camino es muy incierto y solo existen dos certezas: la primera, que los desafíos abundarán en el proceso; la segunda, que su calidad crecerá con el mensaje, ejemplo y aportes de Christina. Por esto, siempre podremos contar con un saldo positivo.
(*) Eduardo Ulibarri es periodista, profesor universitario y diplomático. Consultor en análisis sociopolítico y estrategias de comunicación. Exembajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas (2010-2014).