Costa Rica volvió a brillar en el concierto de naciones americanas por su defensa de la libertad y compromiso con los derechos humanos. Nuestra pequeña nación ejerce un liderazgo indiscutido entre los guardianes del Sistema Interamericano y lo volvió a demostrar en la última reunión de la OEA, celebrada en Asunción, Paraguay.
Sorpresivamente, el Gobierno ecuatoriano de Rafael Correa renovó pasados intentos de recortar las alas a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y, en particular, a su Relatoría Especial para la Libertad de Expresión. Quito no les perdona a los organismos del Sistema las frecuentes denuncias de abuso de los derechos fundamentales cometidos en el Ecuador y en sus países aliados, especialmente Venezuela.
Disfrazada como una iniciativa para “fortalecer” la Comisión, Ecuador presentó en Paraguay un conjunto de propuestas encaminadas a desfinanciar a la Relatoría y controlar sus informes. Los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América pretenden replicar en el ámbito internacional lo que han conseguido en la administración de justicia interna: obediencia, obsecuencia y supresión de la crítica.
Costa Rica ha sido condenada por la Corte Interamericana, criticada por la Relatoría y reprendida por la Comisión, pero no le duelen prendas. Es una democracia ejemplar, sometida al derecho internacional. No decapita al mensajero. Más bien, lo defiende, agradece el mensaje y procura mejorar.
La administración del presidente, Luis Guillermo Solís, lo comprende a cabalidad. Por eso brilló en Asunción de la mano del canciller, Manuel González, y el embajador, Edgar Ugalde, todo un símbolo de la política de Estado desarrollada en el Ministerio de Relaciones Exteriores para la defensa del Sistema.
Las menciones del país en la prensa internacional son legítimo motivo de orgullo para los costarricenses. El Tiempo , de Bogotá, celebra en su editorial del viernes que “países como Perú y Costa Rica reaccionaron a tiempo”. En una entrevista reproducida a lo largo y ancho del continente, José Miguel Vivanco, de la prestigiosa Human Rights Watch, elogió al país y a otro puñado de naciones por mantener “la defensa de los valores universales”.
Con actuaciones como la de Asunción, la Casa Amarilla interpreta fielmente el sentir de los costarricenses y testimonia, ante los ojos del mundo, nuestra fidelidad a los más caros valores democráticos. De paso, comunica nuestra solidaridad con pueblos hermanos menos afortunados, pero igualmente merecedores de un futuro en libertad.