Las noticias que han salido sobre el Banco Internacional de Costa Rica, S.A. (Bicsa) en los últimos cuatro meses generan preocupación. En un negocio que está basado en la confianza, como lo es la banca, cualquier noticia negativa puede traer consecuencias graves. Peor aún si son cuatro malas noticias seguidas.
Primero, se dijo que una directora del Banco estaba cuestionada por lavado de capitales. Luego salió un informe de la Fed, donde advertía sobre las debilidades del Banco en el control de operaciones sospechosas de lavado. Seguidamente, se filtró a la prensa que el Banco Nacional (BNCR) está pensando en vender su participación en Bicsa, por el alto riesgo que este implica. Finalmente, esta semana salen a la luz pública los altos costos de manejo de su Junta Directiva.
Varias cosas inquietan de toda esta situación. Una es el manejo administrativo dentro de Bicsa, que se refleja en un ineficiente uso de los recursos, y un mal sistema de control. Otro es el conflicto (¿político?) entre sus socios, el Banco de Costa Rica y el BNCR, de cómo debe manejarse la institución. Si estas cosas no se resuelven, y pronto, la confianza de los clientes en Bicsa se puede deteriorar muy rápido, y llevará a la institución a un posible problema de liquidez y solvencia.
El hecho de que Bicsa esté de nuevo en las noticias, hace reflorecer otro viejo cuestionamiento, y que va más a lo fundamental: ¿De qué le sirve Bicsa a los costarricenses?
Se supone que está al servicio de los exportadores nacionales. Pero en realidad no les ofrece ninguna ventaja, diferente a la que ya ellos pueden tener acceso en cualquier otro banco.
Por otro lado, Bicsa es un banco privado, cuyos socios son bancos estatales. O sea, es un gallo-gallina. Si en verdad fuera privado, las consecuencias negativas de su actuar correrían por cuenta de sus socios. Como el BNCR y el BCR son sus socios, un problema de solvencia recaería sobre ellos. Y como ellos tienen garantía del Estado, al final la factura recaería sobre todos los costarricenses, por la vía de más impuestos.
Es decir, si Bicsa va mal, nos cuesta plata. Si va bien, tiene un valor meramente comercial. Y este no debe ser despreciable, dado que el Banco tiene un patrimonio valorado en libros en unos $200 millones, y además cuenta con una valiosa licencia bancaria para operar en el estado de Florida, Estados Unidos.
Eso significa que, en lugar de tener un posible aumento de impuestos para salvar a un Bicsa que entre en problemas por mal manejo, se podría pensar en venderlo, y con ello contribuir a resolver una parte del problema fiscal.