Suecia cerró este año cuatro cárceles y un centro de detención preventiva debido a la significativa disminución de reclusos en el país. Tan solo entre el 2011 y el 2012, el número de presos se redujo en un 6%, fenómeno que se viene dando desde el 2004. De los 9,5 millones de habitantes, la población en prisión no llega a 5.000.
Otra cara de la moneda es Estados Unidos, país que, contando con alrededor del 5% de la población del mundo, tiene un 25% del total de los prisioneros. En agosto de este año, 1 de cada 107 estadounidenses adultos se encontraba tras las rejas, una proporción 5 veces más alta que Bretaña, 7 que Francia y 24 que India.
En palabras de Eric Holder, fiscal general de Estados Unidos, “hay demasiados norteamericanos que van a prisión por extensos períodos de tiempo y sin que exista justificación real en términos de la seguridad pública.”
Ante esta realidad, Holder planteó importantes reformas que pretenden mitigar un inadecuado sistema de penalización, especialmente vinculado al tema de las drogas ilícitas, que puede mantener en la cárcel a una persona por 10 y hasta 20 años, por asuntos de escasa peligrosidad (por ejemplo, posesión).
En el 2012, la revista The Economist , en un artículo titulado “A Journey into Hell”, describía el lamentable estado en las prisiones en América Latina y cómo estas, lejos de ser lugares para la rehabilitación, operaban como verdaderas incubadoras para el crimen. Por eso, muchos Gobiernos están comprendiendo la necesidad de un cambio. De ahí que la experiencia y las razones de lo ocurrido en Suecia merecen estudiarse.
A priori, las autoridades carcelarias de ese país nórdico no festinan ni señalan las razones de esta importante disminución. Sin embargo, utilizan mecanismos a los que hay que dar seguimiento.
En primer término, les ha sido efectiva la aplicación de sentencias alternativas para crímenes de baja gravedad –especialmente, los relacionados con drogas ilícitas y delitos menores–, a fin de evitar, en la medida de lo posible, encarcelar a personas, lo cual cuesta dinero, hacina las cárceles y aumenta el riesgo de la reincidencia.
Por otra parte, en Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia se ha cambiado, además, el enfoque de los guardias, que no solo cumplen tareas de seguridad, sino que juegan también un papel de apoyo para la reinserción. Y es este último tema quizás el más importante: los programas que preparan y facilitan a las personas, tras salir de la cárcel, su reinserción en el mercado laboral han demostrado ser una de las más importantes vacunas para frenar la reincidencia y disminuir la criminalidad.