No es necesario ser experto en comunicación para entender la función de las redes sociales como canal para la expresión de opiniones e informaciones. Cosa distinta es postularlas como sustitutas del periodismo. La pregunta, fundada en indagaciones previas y planteada como probable antecedente de la repregunta inmediata, en el sitio y en caliente, no es, por razones obvias, el fuerte de las redes sociales.
La inmensa mayoría de los participantes en las redes no se gana la vida recabando informaciones. Las comenta o reproduce. Si el lector promedio recuerda cinco informaciones leídas en los últimos días, difícilmente podrá señalar una cuya fuente inicial sean las redes sociales.
Las mejores informaciones en las redes son tomadas de medios periodísticos y rentabilizadas en detrimento del periodismo. La existencia de muchos medios de comunicación está amenazada por el duopolio publicitario de Google y Facebook, cuyo control del mercado ronda el 70%. Solo sobrevivirán los que logren adaptarse.
Ojalá sean muchos, porque al duopolio no le importa cómo se maneja la Municipalidad de Heredia. Ni siquiera tiene interés en la política de Costa Rica y los participantes en las redes sociales no viven de averiguar, ni de hacer preguntas.
Un mundo sin medios periodísticos, o con pocos de ellos, es ideal para los políticos tradicionales y fatal para la democracia. En ese mundo, la comunicación es unilateral, sin temor al cuestionamiento. La crítica llueve torrencialmente, pero, por lo general, no pasa de la maledicencia y se confunde con defensas igualmente caprichosas. El conjunto se convierte en ruido y el político se libra de la rendición de cuentas.
Ese es el problema bien comprendido por la mejor prensa del planeta. En Estados Unidos no se habla de otra cosa cuando surge el tema de las redes sociales, su efecto sobre la campaña electoral y la insistencia de Donald Trump en utilizarlas para evadir preguntas y difundir falsedades. Por ellas se acuñó el término “posverdad” para describir nuestra época. En Gran Bretaña, los analistas del brexit habían llegado a conclusiones similares.
Armando González es director de La Nación.