Carlos Rangel fue un liberal venezolano, adversario de Marx y de los totalitarismos en la Unión Soviética y Cuba, y también un crítico de la ideología del populismo, el estatismo y el tercermundismo.
Intelectual y periodista nacido en Caracas, Venezuela, el 17 de setiembre de 1929, fue también diplomático y profesor universitario. Uno de los principales autores de libros en la historia del liberalismo latinoamericano.
Cursó la primaria y la secundaria en centros educativos de Caracas y luego ingresó al Bard College de Nueva York, donde se graduó de bachiller en Artes. Posteriormente, obtuvo un certificado de estudios en la Sorbona de París y también cursó un máster en la Universidad de Nueva York. Dichos estudios le permitieron alcanzar un dominio completo del inglés y del francés hasta el punto de que, más tarde, se le entregó un certificado como traductor en ambos idiomas.
Rangel se movía en tres culturas: la hispana, la inglesa y la francesa. Su horizonte intelectual se abrió y desde entonces ya no fue solamente venezolano.
Como profesor, impartió clases en la Universidad de Nueva York, en 1958, y en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela, entre 1961 y 1963.
Como diplomático fue primer secretario de la Embajada de Venezuela en Bruselas y, luego, embajador jefe de la misión venezolana en República Dominicana en la toma de posesión del presidente Joaquín Balaguer.
Escritor y periodista. Publicó dos obras principales Del buen salvaje al buen revolucionario, en 1976, y El tercermundismo, en 1982, luego traducidas a varios idiomas.
Como periodista se destacó como director de la revista Momentos y moderador y productor del programa de televisión Frente a la Prensa.
Se casó dos veces. Primero con Bárbara Barling, con quien procreó cuatro hijos, y, luego, con Sofía Ímber, con quien hacía el programa Buenos Días en Venevisión.
Escribió artículos de opinión para medios nacionales como El Universal, La Verdad y El Nacional. Y también para revistas y periódicos internacionales tales como Vuelta (de Octavio Paz), Visión, Newsweek, Cambio 16 y Wall Street Journal.
Como obra póstuma, fue publicada Marx y los socialismos reales y otros ensayos, con un prólogo de su amigo el intelectual francés Jean-François Revel, y una serie de textos, conferencias y artículos sobre temas como Marx y Bolívar, la polémica Camus-Sartre, Popper y el historicismo, el caso Heberto Padilla y la democracia latinoamericana.
Del buen salvaje al buen revolucionario se publica en 1976 con prólogo del intelectual francés Jean François Revel. Es un clásico del liberalismo. Lleva más de dieciséis ediciones.
LEA MÁS: Maduro va hacia nuevo triunfo electoral en Venezuela con camino despejado de oponentes
Desmitificador. En la obra, Rangel refuta el mito del “buen salvaje”, según el cual se supone que los habitantes de la América precolombina eran buenas personas, pero corrompidas después por las potencias coloniales de Occidente.
También refuta el mito según el cual toda la responsabilidad y la culpa del subdesarrollo latinoamericano se traslada a otras naciones desarrolladas de Europa y Norteamérica.
Es decir que la causa fundamental del subdesarrollo se atribuye a factores externos, lo cual complica salir del subdesarrollo porque las soluciones no estarían en factores que manejemos los propios latinoamericanos.
De esa realidad de subdesarrollo y dependencia vendría a liberarnos otro mito, es decir, el “buen revolucionario”, que promueve el populismo, el caudillismo, el estatismo, el autoritarismo y el proteccionismo como venganzas, medicinas y supuestas soluciones para salir del subdesarrollo.
Ese retrato del “buen revolucionario” anuncia con un cuarto de siglo de anticipación y como una profecía al chavismo y al llamado socialismo del siglo XXI que ha gobernado en Venezuela y en otros países de la región como Ecuador, Bolivia y Nicaragua.
Según Rangel, al “buen revolucionario” se le perdonan todos sus exabruptos (incluso la corrupción diría yo) porque se supone que está luchando por la liberación y el bien de nuestros países. Pero una vez que ejerce el poder y pone en práctica sus ideas, dicho personaje mítico no arregla nada y, más bien, agrava los males económicos, sociales y políticos de la región.
En vez de la revolución populista ensayada en Cuba y Venezuela, Rangel propone un acercamiento a los valores occidentales y al liberalismo tan odiados por los revolucionarios socialistas de hoy.
Propuesta. Rangel propone un camino que promueva los valores de la libertad sin adjetivos, la soberanía individual, la igualdad ante la ley y la propiedad privada como ruta necesaria para la prosperidad. Para el autor, la libertad es la clave del progreso.
Es decir, que en su libro aboga exactamente por la antítesis de la ideología promulgada en Las venas abiertas de América Latina, que Eduardo Galeano había publicado en 1971 y que es una especie de manual de cierta izquierda radical latinoamericana.
Poco tiempo después, Rangel publicó El tercermundismo (1982), en el que extiende sus análisis desde la América hispana hasta todo el llamado tercer mundo.
Viene de nuevo la obra con prólogo del pensador francés Jean François Revel, quien afirma que “el objetivo del tercermundismo es acusar y si fuere posible destruir las sociedades desarrolladas, no desarrollar las atrasadas”.
Y agrega que “según los tercermundistas los países hoy ricos son desarrollados porque despojaron (o robaron) a los países hoy pobres, primero por la colonización y luego por el intercambio desigual, comprándoles barato y vendiéndoles caro”.
En este libro, Carlos Rangel contribuye a esclarecer y analizar al tercermundismo como ideología de izquierda que culpa a las potencias coloniales y a los países desarrollados del atraso y de la pobreza de los países subdesarrollados, en lugar de encontrar las causas del mismo atraso y pobreza en sus propios sistemas políticos y económicos y en los propios valores que se promueven.
LEA MÁS: La guerra nuestra de cada día
Simultáneamente, ayuda a comprender el tercermundismo como ideología que sirve para ganar elecciones y revoluciones definiendo un enemigo externo como responsable de todos los males internos. Pero a la vez se explica que a los partidos y movimientos tercermundistas no les conviene que su respectivo país salga del subdesarrollo porque se quedarían sin enemigo externo y sin discurso ideológico para conseguir respaldo popular. A los tercermundistas les sirve que su país siga siendo atrasado, pobre y subdesarrollado.
A su vez, se explica que durante la Guerra Fría el gran aliado y beneficiario del tercermundismo fue la Unión Soviética a través de iniciativas tales como el Movimiento de Países No Alineados, claramente adversarios de los países capitalistas desarrollados y aliados estratégicos de Moscú.
También se expone en la obra cómo países que no fueron potencias coloniales ni despojaron a otros sí lograron superar el atraso y la pobreza y convertirse en naciones desarrolladas como Hong Kong, Singapur, Taiwán, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda y Suiza.
Todos fueron países que se centraron en encontrar sus propias rutas al progreso y al desarrollo en vez de culpar a enemigos externos.
El autor es politólogo.