En un viaje a Buenos Aires, hace cuatro años, mientras veía en un bar las noticias de una alerta de tsunami en Japón, le comenté al cantinero sobre lo afortunados que eran los argentinos: “Ustedes no tienen terremotos, huracanes, volcanes; casi no sufren desastres naturales”. El tipo me contestó de inmediato: “Tenemos al peronismo; ese es nuestro desastre”.
A 70 años de la llegada al poder del coronel Juan Domingo Perón, poca gente puede explicar con precisión en qué consiste el movimiento político que lleva su nombre. De hecho, hay todo un caleidoscopio de peronismos, que va desde el católico conservador al marxista guerrillero, pasando por el corporativista fascista y el mercantilista privatizador. Los ataques papales a la economía de mercado se explican porque incluso Francisco es peronista.
La periodista Silvia Mercado afirma que el peronismo es un sistema de creencias –o mejor dicho, mitos– compartido por el conjunto de los argentinos, aun por aquellos que no son peronistas. Es la base ideológica de la Argentina. Esto explicaría por qué en la próxima elección presidencial dos de los tres principales candidatos son peronistas, y el que no lo es, el alcalde bonaerense Mauricio Macri, ha dicho que abraza las banderas del peronismo.
Agustín Etchebarne, director de la Fundación Libertad y Progreso, es más directo en su análisis de este movimiento, y lo describe como una asociación ilícita cuya única finalidad es mantener el poder.
Para ello, las distintas facciones han recurrido al más atroz de los clientelismos con el fin de fomentar la dependencia en el Estado. Por ejemplo, en los últimos 12 años de gobiernos peronistas (versión Kirchner), se ha duplicado la cantidad de argentinos que reciben algún tipo de ingreso estatal (sean pensiones, salarios o beneficencia) hasta alcanzar a un 38% de la población.
Así, la constante de las últimas siete décadas han sido ciclos populistas donde el gasto irresponsable eventualmente desemboca en altos niveles de inflación (la actual se estima en 28%), devaluaciones, default y empobrecimiento masivo. La tragedia es que los argentinos parecen no aprender la lección.
De regreso en Argentina, me queda la desazón de que aun si los argentinos se deshacen de la cleptocracia kirchnerista en las próximas elecciones, el desastre del peronismo seguirá azotando al país por muchos años. Bien lo dijo el historiador chileno Mauricio Rojas: “Argentina no se renueva, se repite”.
(*) Juan Carlos Hidalgo es analista sobre América Latina en el Cato Institute con sede en Washington. Cuenta con un BA en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional y una maestría en Comercio y Política Pública Internacional del George Mason University.