Lista interminable de sorpresas, conexiones y vergüenza.
Lista plagada de figuras y de escándalo. Veamos.
Carlos Vargas Solís, exembajador en Polonia, atrapado en el aeropuerto de Varsovia, en un penoso incidente, con 12 kilos de heroína, según el Gobierno polaco.
Felix Przedborski, de poderosas influencias y nexos que lo hacen inamovible de su cargo de cónsul ad honórem en Bélgica, pese a escabrosos escándalos que lo rodean.
Luigi Ardino, exagregado económico en Bélgica, maestro en finanzas y... en fraudes, según las autoridades de Italia.
Y ahora Sergei Mikhailov, ruso traficante de cocaína --según la prensa moscovita-- distinguido por el anterior gobierno como cónsul honorario en Moscú, poseedor de pasaporte oficial y recomendado por connotadas figuras del Partido Liberación Nacional.
Grave es la presencia de individuos como estos --y de quien sabe cuántos más de igual o peor ralea-- en nuestro servicio exterior.
Esto deja al descubierto la piñata que ha imperado por años en los nombramientos bipartidistas, particularmente de diplomáticos honorarios.
¿Cómo se va a creer entonces a quienes pregonan hoy acabar con el botín, pero tardaron, por ejemplo, año y medio en ejecutar polémicas destituciones?
No menos censurable es la reciente actuación oficial frente a estos incidentes. De simples amonestaciones no han pasado, al menos en el caso Ardino.
Y en lo concerniente a Mikhailov, todo evidencia una actuación negligente pese a que el embajador Robles denunció con antelación el relajo.
¿No amerita lo que ocurre un proceder más serio?