Qué dicha que el gobierno está construyendo un puente nuevo, y no solo arreglando una “platina”. La verdad es que hace rato que el país requiere mejorar su infraestructura vial, que pasa por construir un puente nuevo y más ancho sobre el río Virilla, entre otras obras vitales.
Aún ante tal necesidad, las quejas por el caos vial son pan de cada día. No hay reunión a la que uno asista en la que alguien no saque a colación el tiempo que tardó en llegar a ella. Las congestiones causadas por la “platina” son famosas hasta fuera de nuestras fronteras. Lo cierto es que el tiempo de traslado de gente y mercancías alrededor del Área Metropolitana se ha multiplicado por varias veces. El tiempo perdido por los profesionales nunca se recupera, lo que significa para ellos una pérdida de ingresos. Los costos de logística para las empresas han aumentado. Y ni qué decir de la disminución en la calidad de vida debido al estrés generado por las presas.
En el deporte dicen que sin dolor no hay ganancia. De ahí se puede decir que, para tener un puente nuevo, en una carretera vital para el país, que tanto le ha costado a varios gobiernos terminar, algún sacrificio debe haber. Pero surge la pregunta de si se podría haber tenido el mismo puente nuevo, pero sin tanto dolor.
Sin ser experto en construcción, ni conocer los detalles del contrato que firmó el MOPT con la compañía constructora, queda la impresión de que algo más se podría haber hecho para reducir el impacto negativo por la construcción del puente. ¿Era necesario intervenir los puentes de la “platina” y de la Pozuelo al mismo tiempo? ¿Se podría haber exigido a la constructora entregar la obra en un menor plazo, e incluir multas onerosas en caso de incumplimiento?
El MOPT, así como cualquier otra institución que haga obras en carreteras (ICE, CNFL, AYA, Conavi, Globalvia, etc.), debería incluir en sus análisis de costos el impacto negativo que la obra puede causar. En muchos casos podría ser justificable exigir plazos más cortos para los trabajos, aunque eso implique pagar un poco más. Ese análisis debe hacerse en la etapa de planificación de los proyectos, de manera que en la licitación y el contrato de la obra queden incorporadas las conclusiones del mismo.
Es hora que se valore el costo del tiempo como debe ser. No hacerlo implica la pérdida de competitividad para el país y de calidad de vida para todos los costarricenses.