La constitucionalidad peruana ha sufrido el sopetón de un atentado antidemocrático, que involucra a dos poderes del Estado. Ese parece ser el dictamen mayoritario de analistas y letrados. Y, al fin de cuentas, difícilmente podríamos disimular el hecho incuestionable de cómo, en el lapso de una semana, días más o días menos, la democracia se ha visto sometida a una pantomima que de cómico no tiene nada.
Y así fue. Graves acusaciones de corruptela en la Presidencia de la nación surgieron la semana pasada cuando la ciudadanía se enteró, con detalles, de una “gratificación” de $800.000, procedentes de la constructora brasileña Odebrecht, depositada en la cuenta bancaria de una sociedad del presidente Kuczynski.
El dedo acusador se enfiló hacia al mandatario, quien, desde entonces, no ha dado una explicación razonable. Todo lo contrario. El pago cubría actuaciones del mandatario desde que fue ministro en administraciones anteriores y se extendía durante un período en que se realizaron obras públicas de gran envergadura en Perú. Y lo notable es que la denuncia provino de un sector político opositor liderado por Keiko Fujimori, hija del exdictadorAlberto Fujimori, quien fue derrotada en las urnas por Kuczynski.
Este fue el trasfondo de una votación para separar al mandatario mediante un proceso de impugnación. La votación, el jueves último, fue derrotada por insuficiencia de votos de respaldo, debido a la abstención de un sector legislativo liderado por el hijo de Fujimori, Kenji. El suceso ha resultado en un distanciamiento entre Kenji y su hermana y ex candidata presidencial, Keiko.
Gracias a las actuaciones de Kenji, el mandatario soslayó su impugnación. De seguido, el favorecido presidente dictó un indulto para Alberto Fujimori que lo libera de la prisión por razones médicas. En cualquier caso, quedó esbozado el canje de favores entre Kenji Fujimori, con su bancada de legisladores, quien frustró los planes del impeachment, y el presidente Kuczynski que indultó al viejo Fujimori.
No hay duda de que más allá de los posibles fundamentos de cada una de las partes, el asado se quemó y la historia recordará las actuaciones de los dos principales actores. El juicio de los acontecimientos, empero, se hará con los años. Mientras tanto, el mandatario tendrá ante sí un enredo de liderazgos en el Parlamento que entorpecerá su programa de gobierno. Además, conforme pasen los días, el público mirará con creciente crítica los potenciales efectos de lo fraguado en los oscuros recodos del poder.
Abogado, Ph. D. de la Fletcher School of Law and Diplomacy (Tufts y Harvard), fue economista del FMI. Ha escrito columnas para el "Wall Street Journal" y fue profesor en la Universidad de Costa Rica. Fue director sénior de Latin American Studies en el Hudson Institute. Embajador de Costa Rica en Estados Unidos de 1998 al 2005.
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