Este 22 de setiembre, a las 7:31 a. m., se produce el fenómeno denominado equinoccio, cuando el día tiene la misma duración que la noche y el sol sale exactamente al este.
Dicho fenómeno, ante el cual yo suelo meditar sobre la grandeza de la obra divina y exclamar “gloria in excelsis Deo!”, es objeto de celebración en muchas culturas.
Esa particular posición del astro rey es utilizada para orientar templos, altares y viviendas. Las pesadas rocas de Stonehenge, en el Reino Unido, fueron acomodadas con la guía del equinoccio.
El equinoccio también ocurre alrededor del 20 de marzo, fecha que señala el inicio de la primavera en el hemisferio boreal.
Alrededor del equinoccio de primavera, en Costa Rica, hizo su ingreso violento la pandemia de la covid-19, que en los meses siguientes produjo estragos, contagios y muerte de seres humanos.
Las medidas sanitarias adoptadas para enfrentarla han afectado fuertemente la economía, la cual ya presentaba grandes debilidades: elevado déficit y endeudamiento públicos, desempleo y pobreza.
El consenso es que debe abrirse controladamente la economía, pues el confinamiento tiende a ser insoportable.
Propuesta para el FMI. El gobierno está considerando una serie de medidas de ajuste macroeconómico, las cuales deberían contar con el respaldo de la sociedad y, para obtener algunas ventajas externas, de entidades como el Fondo Monetario Internacional.
Con ese objetivo, presentó el borrador del programa de ajuste, donde sobresale un notable incremento de la carga tributaria y, en menor grado, control del gasto público y generación de unos pocos nuevos ingresos mediante la venta de un par de activos estatales no estratégicos.
La reacción mayoritaria de la ciudadanía ha sido de oposición al paquete tributario propuesto y exige al gobierno que profundice en la racionalización del sector público, que es demasiado grande y gordo.
Hace pocos meses el pueblo soportó una elevación de la carga tributaria en la reforma que extendió el impuesto sobre el valor agregado (IVA) a los servicios. La noticia de más tributos no podía ser peor recibida.
Yo coincido con la oposición social al alza de impuestos, porque el deterioro fiscal y el aumento en el desempleo y la pobreza se deben a que el confinamiento hizo caer abruptamente la producción.
Lo que procede, entonces, es levantarla, no agregarle obstáculos. Como dijo J. B. Colbert, ministro de Hacienda de Luis XIV, “el arte de recaudar impuestos consiste en desplumar al ganso, obteniendo la mayor cantidad de plumas con el mínimo de alaridos”.
Y esa regla de prudencia no está contenida en el borrador de propuesta del gobierno de Costa Rica para el FMI.
Efectos. La elevación temporal del impuesto sobre la renta inducirá a muchos emprendedores a posponer sus planes; el impuesto sobre las transacciones financieras subirá los costos de producción y atentará contra la bancarización de los actores económicos; el alza en el impuesto territorial mermará el poder de compra de muchos y propenderá a elevar la morosidad, como reconocen voceros de los gobiernos locales.
En las actuales circunstancias, lo sensato es estimular la producción, no ponerle carlancas, para que aumente el empleo, disminuya la pobreza y mejore el propio balance fiscal.
El aumento propuesto en la carga tributaria es una mala medida fiscal, pues se arriesga a matar al ganso. Hay que atraer más inversión extranjera, acelerar la concesión de obra pública —nueva y existente— al sector privado, vender activos estatales no estratégicos y los recursos así obtenidos utilizarlos en la reducción de la deuda pública.
El equinoccio otoñal debería servirnos para, como país, reorientar en el buen sentido nuestra macroeconomía.
El autor es economista.