El poderío mundial de la industria turística, como catalizadora de inversión, empleo y desarrollo, se desplomó en un abrir y cerrar de ojos a consecuencia de la pandemia.
Todos los días surgen cifras desalentadoras de los escenarios presente y futuro, y esta industria, considerada dinamizadora mundial de la economía, arrastra millones de desempleados y un cementerio de empresas que, lamentablemente, sigue en aumento.
En vista de la situación, la reactivación del turismo debe ser una prioridad del gobierno y manifestarse mediante una posición vehemente en defensa del sector que ha demostrado ser vital para la economía, el empleo y la generación de progreso social.
El camino hacia la recuperación se compone de tres fases (salvamento, apertura y competitividad), las cuales representan estrategias integrales, más que acciones aisladas, y deben desarrollarse en paralelo.
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Salvamento. Desde la emergencia de la pandemia, el turismo se detuvo en su totalidad (temporada cero) y, por eso, las empresas continúan descapitalizadas, sin ingresos, pero con gastos.
Las medidas paliativas, como el bono proteger, no constituyen el empuje necesario para mantener las empresas a flote.
El salvamento consiste en brindar el capital de trabajo necesario en las condiciones adecuadas, así como en la flexibilización de la readecuación de deudas y cargas de todo tipo para evitar los despidos.
Solo así podrá reanudarse la actividad turística y prevenir la destrucción del parque empresarial y el consecuente aumento del desempleo.
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Apertura. La segunda fase conlleva desde la aplicación de los protocolos sanitarios avalados y la definición de un calendario hasta las condiciones de la apertura para que el sector pueda organizar su negocio.
Para esto son necesarios criterios claros para abrir fronteras, evitar a toda costa medidas que encarezcan, confundan, desmotiven y generen complicaciones para viajar, así como el fomento del turismo interno, dando al costarricense la prioridad que merece, más allá de una campaña promocional.
Esa acción tradicional es insuficiente, porque el escenario real es que durante años las empresas trabajarán con pérdidas, de ahí la trascendencia de la fase de salvamento, si el país quiere evitar la desaparición de la estructura del producto turístico costarricense basado en la pequeña y mediana empresa distribuida por todo el país.
Competitividad. La tercera fase es reforzar la competitividad. El escenario no es pos-covid-19, la realidad es ahora y deben asumirse cambios radicales en los planes, las estrategias y la estructura gubernamental.
También en el producto que se comercializa, la promoción nacional e internacional, el uso de la tecnología, las negociaciones con diferentes y nuevos actores, así como efectuar la revisión, actualización y promulgación de nuevas leyes que favorezcan la inversión y los nuevos productos turísticos con enorme potencial.
Pero también los clientes y sus prioridades cambiaron. Existe una percepción diferente del turismo. Más que una actividad económica, es una palanca para promover el progreso social de los habitantes y, con ello, contribuir al cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas.
El modelo tradicional está obsoleto, por lo que es un error continuar haciendo lo mismo en un contexto completamente incierto.
Contra la crisis es urgente una nueva visión del Instituto Costarricense de Turismo (ICT) y del sector privado turístico para dar paso a la verdadera innovación.
Reconstruir la industria turística tomará muchos años, más de uno o dos gobiernos, por lo cual el turismo debe convertirse en política de Estado, para que vuelva a posicionarse como motor de desarrollo social y económico del país; sin embargo, el tiempo avanza muy rápido y ya es hora de pasar de conversaciones y reuniones a acciones que muevan la aguja.
El autor es exministro de Turismo.