Como presidente siempre he sido muy reservado en cuanto a mis creencias. Desde mi convicción republicana me entiendo presidente para todos en el respeto de la pluralidad.
En este contexto crítico, no obstante, haré una excepción, más que para mostrar espiritualidad, para delinear los valores que me guían y que en esta coyuntura tan dura para el país aún me dirigen. En ello, la oración que durante cinco años repetí en las mañanas y arraigó en mí como principio orientador de vida: “Hazme un instrumento de tu paz; donde haya odio, siembre yo amor; donde haya injuria, perdón; donde haya duda, fe; donde haya desaliento, esperanza… Que no busque ser comprendido, sino comprender… que no busque ser amado, sino amar…”.
Entiendo mi rol en estos últimos dos años y medio, y de lo que queda por delante, como un instrumento para el país. Instrumento, en unos casos para hacer las cosas que antes no se quisieron o no lograron hacerse; en otros, para batallar contra el populismo, que expresa odio hacia algunos o discriminación en todos los sentidos.
Bajo ese principio de instrumento seguiré actuando. Si aspiré a gobernar fue para evitar a toda costa una dolorosa crisis fiscal para las personas del país, apelmazada por 20 años durante los cuales, por un motivo u otro, no se concretaron las soluciones.
También lo hice porque, como republicano, sé que el populismo es la peor amenaza que nos acecha y contra el que había y hay que actuar.
Nos alejamos de esos abismos en el 2018, con todo el costo y sacrificio que conllevó. Pero esta pandemia y la crisis derivada, que ningún gobierno reciente experimentó, nos acerca de nuevo al abismo.
Lo digo con la mente y el corazón: haré todo lo que esté en mis manos para evitar una nueva crisis social, económica y política. Resolveré por el fondo, no cosméticamente, y menos aún pateando la bola al próximo gobierno. Sé que lo lograremos.
Motivos para confiar. También sé que muchos desconfían. Aunque hayamos pasado la ley fiscal con el valiente apoyo del Congreso, bajado los pluses públicos y haber puesto a tributar a sectores que antes no pagaban.
A pesar de que cumplimos lo dicho en campaña, cuando pedimos el voto con claridad, aun por duro y polémico, en asuntos como la norma técnica y las uniones igualitarias.
A pesar de que entramos en terrenos difíciles, como cerrar el Banco Crédito Agrícola o el Fonabe, o reestructurar Japdeva a la mitad. Aunque conseguimos entrar a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y reactivar la obra pública. En todos esos casos hubo incredulidad, pero lo hicimos, y es un hecho.
Recortamos el gasto público como nos hemos comprometido. Hoy entregaremos ¢150.000 millones más de recorte para el presupuesto del 2021, sumados a los ¢360.000 millones que ya habíamos recortado al enviarlo.
En honor a la verdad, ¿quién más hizo un recorte así en el pasado a pesar de la bola de nieve que durante décadas hemos venido engrosando como país?
Eso es así, aunque entiendo claramente que a la larga no importa, somos instrumento y es necesario hacerlo, y más por el contexto de la pandemia, y por difícil que sea, para que no llegue un dolor mayor, en especial para quienes sufren pobreza y desempleo. Por ellos, somos instrumento.
Contexto adecuado. La crítica siempre puede ser útil para alertar y corregir, pero lo es más cuando parte de la objetividad y la contextualización adecuadas. Muchos especialistas o tecnócratas que critican hoy con severidad estuvieron en posiciones de poder cuando estos problemas se gestaron o agigantaron, cuando se crearon los esquemas con los cuales nos toca lidiar en la actualidad.
Otros nunca se metieron donde se bate el barro. O no dicen con claridad a qué aspiran, y en hora buena que lo hagan, porque la democracia necesita gente que entre en el redil para seguir resolviendo en el futuro.
Pero igualmente entiendo que en este momento tampoco eso importa. Aquí, vuelvo a la máxima que me orienta: amar y no buscar ser amado. Comprender. Las buenas ideas para el país son bien recibidas de donde vengan y las ejecutaremos en el corto tiempo que tenemos.
El diálogo nacional que convocamos, y avanzó este viernes, también es de gran importancia porque los sectores pusieron la bandera del país por encima de sus propios intereses, como lo señalaron claramente. Y, paso seguido y cuanto antes, vamos a actuar y concretar.
Estoy dispuesto a dejar todo en esto, a resolver mediante las únicas vías existentes: la democrática, la institucional y la paz.
No me importa el costo político personal o la vanidad de la popularidad. Gracias a Dios no le debo nada a nadie, más que a mi familia… y al banco. Si ese es el costo de resolver los graves problemas de este bello país y de proteger el bienestar de las familias más pobres y vulnerables, que así sea.
¿Y la toalla? Solo me sirve para secar sudor y arropar el amor por Costa Rica.
El autor es presidente de la República.