Columnistas

Reflexiones de Navidad

A partir del mensaje contenido en los Evangelios, está vigente la pregunta que hace casi dos siglos se hiciera Dostoyevski: “Un hombre culto, un europeo de nuestros días, ¿puede creer en la divinidad de Jesucristo?”.

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Celebramos un aniversario más del misterio de la Navidad. Para el alma desapercibida, la Navidad simplemente es momento de escape festivo; para la reflexiva, la Navidad confronta. Y lo hace escandalosamente, pues como bien lo observó Pablo de Tarso, ¿no fue acaso escandaloso para los judíos el hecho de que el grandioso y esperado Mesías naciera pobre y atribulado en el lugar destinado al descanso del rebaño? No perdamos la perspectiva del asunto esencial: lo que en la Nochebuena festejamos es un acontecimiento. No celebramos una religión, ni una filosofía; menos aún una doctrina moral. Posicionándonos en el siglo primero de nuestra era, época en la cual nació y vivió Jesús de Nazaret, somos confrontados con una cuestión cardinal: ¿Qué sucedió en el itinerario de vida de aquellos que, siendo testigos de los hechos que rodearon al Nazareno, concluyeron de forma tan determinante que verdaderamente era el hijo de Dios, al punto de preferir morir martirizados todos, antes que negar que lo vieron resucitado?








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