Desde la niñez, nos congrega la nostalgia del pasado. Del imaginario colectivo nos llega una imagen de patria que nos unifica, estando divididos. Su bandera nos identifica bajo luces de colores emotivos, aunque todo nos distancie en otras aristas de la vida, plagadas de sombras grises.
Son fechas de añoranza. Barrio tras barrio, en ciudades; comarca tras comarca, en el campo, el sonar de tambores escolares evoca infancia en los adultos, juventud en los ancianos y vigor en los que desfallecen. Son días mágicos, de imaginarnos distintos de lo que somos.
¿Quién en estas nobles efemérides va a querer mancillar nuestras quimeras con verdades? Las duchas de realidad son siempre gélidas, aún más cuando estamos acostumbrados a cálidos consuelos de baños de espumas fantasiosas. ¡Somos excepcionales! ¿Quién renegará de la patria ambientalista del mundo? Ya Rubén Darío incitaba al vulgo: abominad las manos que apedrean las ruinas ilustres. En esa pira de indignación se ejecuta moralmente a quien emplace el olor nauseabundo de nuestros ríos.
No llega aún el 15 y ya se escuchan los tambores. Ya se espera la antorcha que llega de un norte del que escapan sus hijos buscando supervivencia. No es consuelo saber que se acude a Costa Rica en busca de refugio. Pero sí debemos celebrar tener abiertos los brazos al migrante, estando también nosotros en alitas de cucaracha.
Mi alma se rebela a resignarse, encerrada entre tristes y chatas realidades. Busco un optimismo que no encuentra mi pluma. Tenemos dónde buscarlo. Adversos por idiosincrasia a la discordia, nuestro apego a la conciliación viene de antaño. Ahí germinó el sentido de fraternidad que heredamos y el espíritu colectivo que ilumina la justicia social que anhelamos. Pero estamos debiendo la equidad elusiva que perseguimos, la educación alicaída que añoramos, el diálogo responsable que perdimos. Por eso, a las tiernas manos que redoblan, debemos invitarlas a soñarnos diferente.
Se acerca la fecha patria del presente. Tengamos la osadía de celebrar los 15 de Setiembre del mañana. A ese reto debemos enfilar los ritmos de percusión que nos despierten del desencanto y la modorra. En nuestra capacidad de soñar, reposa una Costa Rica posible que solo nacerá cuando encaremos lo que somos y dejemos de alimentarnos de perniciosas fantasías.
Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.