Casa nueva o por lo menos remodelada. Un carro del año o por lo menos usado de marca. Un ajuar con lo último de la moda; más plata, menos trabajo y más placer.
La lista de peticiones para el año que comienza es interminable. El hecho de que soñemos un poco no tiene nada de malo. De por sí, soñar es una de las pocas cosas que aún nos quedan gratis y que no pagan impuestos. Bueno, eso es lo que creo...
Pero ¿en algún momento pensamos en los que menos tienen y más nos necesitan? Yo creo que no. Somos tan ególatras, que nos cuesta mucho desarroparnos del egoísmo y la falta de solidaridad.
No puede ser posible que los que menos tienen sean quienes piensen más en el bienestar de todo un país. Así lo expresaron decenas de ticos en el especial de la Revista Dominical del domingo 24 de diciembre.
Hubert Benavides, de San Carlos; Héctor Vargas Serrano, de Heredia; Stephane Anderson, de Limón; Enrique Fernández, de La Reforma en Alajuela; Pablo Mora Castillo, de Cartago, y Ramón y Elena Bejarano, de Punta Burica.
Más allá de una casa, un carro o ropa, todos ellos pidieron solidaridad, respeto por la vida y la naturaleza y prosperidad para quienes vivimos en esta pequeña nación.
Sin embargo, de todos los 90 deseos el que más me llamó la atención fue el de Edier Alberto Jiménez, pistero en una estación de servicio en Heredia. Lejos de los típicos anhelos materiales, Edier pidió mayor comprensión para los adultos mayores y para los niños. Mayor comprensión debe ser sinónimo de tolerancia, respeto, protección y fraternidad; en fin, reglas mínimas de convivencia humana.
Pero qué poco hemos hecho al respecto. Si usted, lectora o lector, tiene sus dudas, entonces lea esto: 165 ancianos fueron agredidos el año pasado, según publicó Al Día el pasado 28, con base en datos del hospital Blanco Cervantes. Y, para rematar, la fotografía del señor tirado en la calle no deja ninguna duda.
Según la información, muchos de los ancianos presentan maltrato físico, pero también maltrato psicológico y emocional; a saber: abandono.
Por un par de minutos, póngase la mano en el corazón y reflexione sobre el valor de un deseo para el año nuevo. No lo malgaste; deje que la luz del 2001 lo encamine por las sendas que alguna vez Jesucristo nos invitó a recorrer: amar al prójimo como a sí mismo.