Editorial

Crónica de un descalabro

Es evidente la supremacía obtenida por los cuerpos armados venezolanos en el cenáculo del poder estatal

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El presidente venezolano, Nicolás Maduro, no cesa de proclamarse heredero del difunto Hugo Chávez. Este autoengrandecimiento es fuente inacabable de chistes, de esos que suelen circular sigilosamente. Al fin de cuentas, Maduro presume de ser un condecorado militar y, quizás, hasta mariscal, como fueron Stalin y Tito. Si no, ¿para qué el engalanado uniforme que luce a menudo, al estilo de Chávez?








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