En el fructuoso intercambio que sostuvimos con el ministro de Planificación Roberto Gallardo sobre el crecimiento de la producción, el desempleo y la pobreza, el tiempo nos ha dado la razón: La Nación lanzó la alerta del estancamiento en el desempleo y el subempleo, y expresó preocupación por un eventual aumento de ambos si la economía se llegaba a desacelerar. Don Roberto era más optimista y estaba persuadido de que esas variables iban rumbo a una mejoría. Desafortunadamente para el país, no tenía la razón.
La economía se ha venido desacelerando de manera preocupante. Según el índice mensual de actividad económica (IMAE) que calcula religiosamente el Banco Central de Costa Rica (BCCR), la producción en los primeros cuatro meses del año pasó de un 3,4% originalmente estimado, a solamente un 2,1%. En la reducción influyeron no sólo errores involuntarios de cálculo, sino dos hechos de gran relevancia para el país: la producción interna (demanda) ha sufrido un proceso de ralentización, al igual que la demanda externa por el efecto del bajo crecimiento de la economía mundial y el estancamiento en algunos de los socios comerciales, incluyendo la Unión Europea (UE).
La industria costarricense mostró una cifra negativa (-0,6%) y las exportaciones cayeron visiblemente en su crecimiento, que apenas alcanzó la mitad de lo registrado pocos meses atrás. Las perspectivas de una reactivación de las economías importantes por sus efectos en el crecimiento mundial (y nuestras exportaciones), como las de EE.UU., China, y Japón, también son muy moderadas, según han expresado el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el banco de Reserva Federal (FED, por sus siglas en inglés). Ben Bernanke, director de esta última institución, declaró el miércoles que la economía norteamericana no se ha terminado de recuperar y, por esa razón, decidieron mantener muy bajas las tasas de interés de corto plazo (a pesar de que las de largo plazo ya han empezado a subir) y mantener también el programa de adquisición de $185.000 millones en títulos e hipotecas de diversa índole para inyectar liquidez.
Tomando en consideración los datos anteriores, el ministro de Trabajo, Olman Segura, salió al paso de las declaraciones del BCCR en las que reconocía la desaceleración de la economía costarricense (el BCCR decidió, por eso, bajar sus propias tasas de interés para estimular la producción), y expresó su gran preocupación por el desempleo. Dijo el Ministro en declaraciones a La Nación : “no podremos alcanzar la meta de desempleo de 6% este año que nos habíamos planteado al inicio de la Administración”, y añadió que “la preocupación por el desempleo es global y, en el caso de Costa Rica, un crecimiento menor del índice mensual de la actividad económica afectará el empleo”. Tiene toda la razón.
El problema, desafortunadamente, se puede complicar un poco más en momentos en que la Administración necesita mayor cohesión interna para enfrentar los retos que se avecinan. Si el magro crecimiento (promedio) mundial se mantiene inalterado en los próximos dos años, la economía costarricense probablemente disminuiría o mantendría su baja tasa de crecimiento anual. En ese caso, es muy probable que el desempleo aumente, como lo avizora el Ministro de Trabajo. Esas son malas noticias, pues el mayor desempleo se reflejará en los índices de pobreza que, a pesar de una leve disminución del 1% en el 2012, que según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) está dentro del margen de error, se mantienen con terquedad en alrededor de un 20% de las familias costarricenses, y así ha permanecido por más de dos décadas.
Dicho lo anterior, debemos aclarar que tener la razón no nos complace. Más bien agrega una nota de pesar, pues el bienestar de la sociedad costarricense está en juego. Nosotros quisiéramos ver más dinamismo en la economía nacional e internacional para que ambas generen más fuentes sostenibles de empleo. Pero la realidad es adversa. En el período 2008-09, cuando estalló y se sintió con más fuerza la crisis económica internacional, la Administración Arias enfrentó el problema de la recesión y el desempleo con una receta muy equivocada: aumentar la planilla del Estado y sus instituciones en forma permanente, en vez de apuntar a la infraestructura, como sugerimos nosotros. Eso lo sabe muy bien el ministro de Hacienda Édgar Ayales, quien ha tenido que enfrentar la expansión. El Gobierno Central pasó de un ligero superávit a un pronunciado déficit fiscal, alrededor de un 5% del PIB, y la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) empeoró gravemente sus alicaídas finanzas por el incremento burocrático y los aumentos salariales. Hoy el país está pagando las consecuencias. Ojalá la Administración Chinchilla no incurra en el mismo error.