Es una ironía, pero un país como el nuestro, necesitado de, al menos, $10.000 millones en obras para recuperar su rezago en infraestructura, exilia a sus principales empresas constructoras por falta de demanda en el mercado interno. Existen las necesidades y los recursos humanos y materiales para resolverlas, pero la prosperidad para las firmas nacionales radica más allá de nuestras fronteras.
Costa Rica prefiere que su desarrollo empresarial sea aprovechado por terceros, así como la generación de empleo y la construcción de obras necesarias para incrementar la competitividad y aumentar la calidad de vida de la población. Los servicios de nuestras empresas son más apreciados en otros países.
La paradoja no es exclusiva de la construcción. En el campo de la energía, resuenan los reclamos de la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep) para incrementar la importación de electricidad. Es más barato traerla de otras naciones centroamericanas, aunque la nuestra cuenta con envidiables fuentes de energía limpia cuya explotación podría darse a corto plazo.
En el camino entre las necesidades y el aprovechamiento de los recursos naturales y humanos a nuestra disposición, se yerguen como formidables obstáculos los dogmas, la burocracia y la incapacidad de ejecución que plaga al aparato estatal hasta el punto de reprimir el desarrollo.
MECO, un nombre muy familiar en Costa Rica, participa de tres concesiones de carreteras en Colombia, cada una de, aproximadamente, 200 kilómetros, o cuatro veces la extensión del proyecto San José-San Ramón, pero en el país de origen de la prestigiosa empresa todavía se debate si las concesiones son útiles.
En Panamá, los responsables de MECO construyeron dos aeropuertos internacionales y, en el Salvador, tienen a cargo la rehabilitación del aeropuerto de Comalapa. La firma trabajó en seis aeropuertos nicaragüenses, incluido el de Managua. En su país de origen, la ejecución de obras similares exige un ejercicio de paciencia mientras se superan los escollos burocráticos.
La empresa Edificar, conocida en Costa Rica por la construcción de diversos edificios y exigentes obras turísticas, como las instalaciones del Hotel Four Seasons, en Guanacaste, también prueba suerte en Panamá, donde MECO tiene años de participar en las obras de ampliación del Canal. Edificar tuvo a su cargo un aeropuerto en Colón, con 10.354 metros de construcción y $15.460.000 de presupuesto.
La diferencia entre Costa Rica y las naciones vecinas, dice Guillermo Carazo, presidente de la Cámara de la Construcción, estriba en que en otros países “dicen que se va a hacer una calle y se hace. Aquí decidimos hacer una y pasan seis años, en el mejor de los casos”.
“En Panamá –afirma José Alfredo Sánchez, vicepresidente de MECO–, los Gobiernos plantean obras y se realizan en un plazo relativamente corto. Lo digo con pesar: Costa Rica está estancada”.
En nuestro país, no cabe duda, los controles sobre la construcción de obra pública y, en general, sobre la contratación administrativa son más rigurosos, pero, si no sirven para la ejecución de obras, no podemos decir que sean mejores. El equilibrio entre el celo por los recursos públicos y la eficacia no existe.
La burocracia invade, preventivamente, todos los espacios e impide el progreso, no solo en cuanto a la ejecución de las obras necesarias, sino también en materia de creación de empleos y desarrollo empresarial. Urge revisar la legislación aplicable y descartar los prejuicios dominantes hasta la fecha.
Como costarricenses, debemos sentirnos orgullosos del prestigio ganado por los ingenieros y empresas de nuestro país en Centroamérica, Sudamérica y el Caribe; sin embargo, no debemos dejar de lamentar que sus capacidades no sean mejor aprovechadas en nuestro territorio.