La violencia en Venezuela vierte luz sobre los protagonistas de la vorágine que se ha propagado por el país. Por una parte, valerosos estudiantes y ciudadanos se vuelcan a las calles de Caracas y otras ciudades. Por otra, salen a enfrentarlos la Policía y el ejército parapetados detrás de escudos, chalecos antibalas y armados. También, del lado oficialista, pandillas de policías y militares disfrazados de civiles disparan contra la multitud. En igual embestida vemos a los “diablos” motorizados y letales.
La estrategia del presidente venezolano ha sido diseñada en conjunto con asesores cubanos liderados por el legendario Ramiro Valdés, “el Fouché tropical cuya cercanía con los Castro se remonta al Granma, quien decidió que su única salida consistía en reprimir”, señala Jorge Castañeda en el diario mexicano Reforma. El papel preeminente de Cuba en la tragedia venezolana constituye una realidad imposible de ocultar.
La crisis actual se ha venido fabricando por años, particularmente mediante el derroche de la riqueza petrolera y la merma de la capacidad productiva de esa industria. El presidente Hugo Chávez despidió a los técnicos profesionales, una capa cerebral que mantenía pujantes las operaciones de PDVESA, la central petrolera. En una de sus rabietas, se molestó al encontrar, primero, un reportaje de prensa crítico de la labor presidencial y cuya fuente eran declaraciones anónimas de personal de PDVESA. Luego, una página en los diarios reprodujo un manifiesto suscrito por la crema técnica del petróleo que puntualizaba los yerros de Chávez en las operaciones de PDEVESA.
Como era de esperar, el entonces mandatario hizo despedir masivamente a los profesionales de la institución y, para remplazarlos, designó una nómina de sus partidarios cuyo conocimiento de la industria clave de Venezuela era rudimentario. No fue entonces difícil identificar la declinante producción del país como una consecuencia directa de la purga presidencial. La coyuntura encendió luces de alarma en La Habana.
La producción petrolera antes de Chávez estaba por encima de los 3 millones de barriles diarios. Ya bajo Chávez cayó a 2.6 millones, y posteriormente a menos. Mientras, el auge del petróleo posibilitó, una vez más, los excesos filantrópicos del gobernante. No obstante, la caída de los precios mundiales fue desnudando los yerros y los ingresos de Venezuela.
Para remediar la situación, se produjeron contrataciones que involucraban enajenación de bloques de explotación a acreedores privilegiados por su amistad con el comandante, mayormente China. Entre tanto, los desembolsos del presidente para apuntalar a Argentina y cimentar la amistad con otros Gobiernos amigos, como Siria, y estimular insurgencias, pesaron sobre los ingresos declinantes del Estado.
Ya en el poder Maduro, el pago de millonarias obligaciones en el exterior, muchas con bancos internacionales, redujo los recursos disponibles para importaciones, generando la desaparición en los anaqueles de los supermercados de productos alimenticios , medicamentos y hasta papel higiénico. Sumemos las facturas por servicios a PDVESA, a las aerolíneas y un universo de deudas, cuyo resultado ha sido limitar la disponibilidad de moneda extranjera y la instauración de un odioso régimen de autorizaciones.
Paralelamente, la guerra contra los medios “enemigos” conduce a la expulsión de una gama de corresponsales, además de amenazar con la cancelación de la señal a medios como CNN. Y, por si hacía falta, hasta la Internet está racionada.
La pregunta crucial en esta encrucijada es el ejército. ¿Qué se cocina entre generales y coroneles? Dejar a Maduro y su séquito cada día se torna menos apetecible. Las protestas en todo el país presagian una debacle del régimen. El dramático encarcelamiento de Leopoldo López incrementó la fuerza del movimiento opositor. Y, cada día plagado de errores, menos promisoria es la salud del actual régimen. ¿Qué cocinan ahora los gobernantes y sus asesores cubanos?