En 1998, la decisión de incorporar la enseñanza de un segundo idioma a los programas del Ministerio de Educación Pública desde la primera infancia fue visionaria. Pasados 26 años, la enseñanza del inglés en apenas el 21,30 % de las aulas de educación preescolar es un fracaso magnificado por la previsión de entonces. Sabíamos lo que se debía hacer y estamos muy lejos de lograrlo un cuarto de siglo después.
De camino no solo quedan ocho de cada diez preescolares de la actualidad, sino también los jóvenes y adultos de hoy que no tuvieron la oportunidad cuando pudieron aprovecharla. En materia educativa, las oportunidades a menudo se pierden para siempre. Reconocerlo no es motivo para renunciar a la recuperación, pero sí debe ser un acicate para actuar a tiempo.
El Ministerio ha venido moderando las ambiciones y se declara gratamente sorprendido por el resultado del año pasado, pues superó sus modestas expectativas de alcanzar el 19,1 %, pero el dato del 2023 significa que apenas 22.136 niños tuvieron el “privilegio” de entrar en contacto con un segundo idioma en la primera infancia. La meta para el 2024 no es mucho más ambiciosa: superar el 22 % de cobertura.
La enseñanza del segundo idioma en preescolar no solo aprovecha el momento más importante del proceso educativo, cuando la capacidad de aprendizaje es mucha y poco el temor a enfrentar el reto de dominar otra lengua, sino que mejora el desarrollo cognitivo estimulando la flexibilidad mental y la resolución de problemas. Es decir, el estudiante, además de sentar las bases del segundo idioma, desarrolla habilidades necesarias para facilitar el aprendizaje futuro de todas las materias.
Esas ventajas permanecen con la persona para el resto de la vida y, aparte del fortalecimiento de las habilidades de aprendizaje, el dominio del segundo idioma implica, en el mercado laboral, un premio salarial de entre el 21 y el 41 %, según estudios de la Coalición Costarricense de Iniciativas de Desarrollo (Cinde).
El beneficio individual se traduce en una ventaja competitiva para un país abierto al mundo. Los empleos mejor pagados, sobre todo en el sector de los servicios, exigen dominio del inglés, y la oferta de trabajadores calificados en ese campo es un atractivo para la inversión extranjera.
Eso también lo hemos sabido durante muchos años y el rezago experimentado desde el lanzamiento de la iniciativa es un ejemplo del desencuentro entre el sistema educativo, las necesidades de la producción y las oportunidades de inserción en el mercado laboral con perspectiva de progreso futuro para el individuo y su familia.
No está de más recordar que los preescolares de hace 26 años ya rondan los 30 y la gran mayoría no tuvo acceso a las ventajas señaladas. Visto de esa manera, es más fácil comprender a los expertos en educación cuando insisten en la necesidad de actuar sin dilaciones, so pena de encontrarnos, a la vuelta de los años, con nuevas generaciones en desventaja, tanto en el mercado interno como en el competitivo ámbito internacional.
El Ministerio lo sabe. Por eso, en agosto del 2023 instó a los estudiantes de secundaria a tramitar créditos para estudiar inglés con la Comisión Nacional de Préstamos para la Educación (Conape). Según la invitación difundida por las autoridades educativas, 5.890 jóvenes mayores de 15 años podían optar por financiamiento para “cursos de inglés impartidos en cualquier instituto de idiomas público o privado” con tasas de interés del 4,5 %.
Como resulta obvio, esa no es la solución. Costa Rica garantiza a sus ciudadanos la educación pública gratuita y la enseñanza del segundo idioma es parte inseparable de esa formación, no un complemento adquirible en el mercado si el estudiante, a punto de graduarse, está dispuesto a endeudarse para lograrlo.