Bajo el concepto de riesgo país se encuadran una serie de variables económicas y políticas que, entrelazadas, denotan el estado de salud o quebranto económico de una nación. Costa Rica no es la excepción. En el último año el diagnóstico se ha venido deteriorando. Y aunque en la más reciente medición no sufrió un nuevo quebranto, nos dieron un plazo de 18 meses para corregir entuertos.
Los doctores encargados de hacer los diagnósticos, así como de suministrar las correspondientes recetas sanitarias, son las calificadoras de riesgo y los organismos internacionales (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial) y, en el plano interno, entidades como la Contraloría General de la República. Todos coinciden en que la situación fiscal es la principal enfermedad o, al menos, la más urgente.
Las tres principales calificadoras de riesgo han venido degradando la nota costarricense. Moody’s le retiró el grado de inversión en octubre pasado; Fitch Ratings bajó la perspectiva de estable a negativa en enero de este año y Standard & Poor’s se resistió a mejorar la baja nota que le había asignado previamente (Ba1 con perspectiva estable) a pesar de algunos esfuerzos realizados por el Gobierno para aliviar la situación fiscal. Al mantener su nota advirtió que el déficit fiscal era el principal factor negativo para mejorar la calificación y, al igual que las otras, le confirió un plazo entre 12 y 18 meses para resolver el problema fiscal, so pena de proceder a una nueva degradación.
Para las autoridades de Hacienda, el hecho de que Standard & Poor’s decidiera mantener la calificación “revela confianza en la política fiscal actual”. Nosotros creemos que esa posición, aunque basada en algunos elementos positivos destacados en la resolución, peca de inusitado optimismo. Cierto es que el crecimiento del PIB real en Costa Rica (3,4%) supera el promedio latinoamericano (0,9%) y el de otros países con su misma calificación, y que, a la fecha, se han registrado esfuerzos institucionales importantes en ciertas áreas, como las políticas monetaria y cambiaria del Banco Central. Pero también es cierto que Costa Rica mantiene uno de los déficits fiscales más elevados en Latinoamérica y prevalece un visible punto muerto entre el gobierno y las fracciones de oposición en el Congreso para resolverlo. Mientras no haya avances significativos, en vez de optimismo reinan la inseguridad y el riesgo aparejados a una eventual crisis fiscal.
Las bajas calificaciones se reflejan en el denominado riesgo país. Es una prima o premio que se incorpora a las tasas de interés para cuantificar el riesgo involucrado en el pago de la deuda soberana y las expectativas de devaluación. Históricamente, ha oscilado en un 2%, pero la mayor estabilidad cambiaria actual probablemente la ha hecho descender. Sin embargo, el Banco Central la calcula en un 3%, al sumar también el riesgo por liquidez. Juntas tienen el efecto de incrementar las tasas de interés en colones en el mercado local. Si el riesgo país aumenta, también lo harán las tasas locales en colones, y afectarán la producción nacional.
Entre mayor sea la percepción de riesgo país, mayor será la rentabilidad exigida a los emisores para comerciar sus bonos en los mercados nacional e internacional. En la última emisión de eurobonos emitidos por el Ministerio de Hacienda, el mercado exigió una tasa de un 7,15% anual, superior a la exigida un año atrás. Y es probable que si hubiera nuevas emisiones tendrían que pagarse tasas crecientes. En cambio, si Costa Rica hiciera las reformas fiscales recomendadas por las calificadoras y los organismos internacionales, posiblemente las tasas de interés más bien bajarían.
Los precios de los títulos en el mercado también pueden sufrir cuando la percepción de los inversionistas es más crítica. Al subir la rentabilidad exigida (tasa efectiva de interés) para compensar el mayor riesgo, el mercado castiga los precios de los bonos ya emitidos para poder acomodar esa mayor rentabilidad exigida. En la actualidad, los títulos de deuda soberana costarricenses no han variado mucho a pesar de las notas de las calificadoras. Pero hay circunstancias en el mercado financiero internacional, aplicables también a otros países similares al nuestro, que atenúan la caída en el valor de los títulos costarricenses. Si bien los rendimientos de títulos emitidos por países emergentes han tendido a subir y los precios a bajar, los nacionales han tendido a mantenerse al haber sido emitidos con tasas iniciales relativamente elevadas. Esas circunstancias, sin embargo, también pueden variar, sobre todo para las nuevas emisiones.
Uno de esos aspectos se relaciona con la posible variación de las tasas de interés en el mercado financiero internacional, cuando el Banco de Reserva Federal (Fed) comience a normalizar su política monetaria e incrementar sus tasas de interés. Uno de los gobernadores de la Fed, Jerome Powell, declaró recientemente que la primera subida podría quizás iniciarse en setiembre y continuar en meses subsiguientes en forma paulatina. Aunque el ajuste sería gradual, no se descarta algún impacto en los flujos de capital hacia los países en desarrollo que afectaría los tipos de cambio. De hecho, algunas monedas latinoamericanas se han comenzado a devaluar. Por esa razón, la Junta Directiva del Banco Central de Costa Rica aprobó el plan blindaje para moderar una eventual volatilidad, sin frenar la tendencia del mercado. Un ajuste en las tasas externas de interés podría inducir a mayores alzas en las nuestras y afectar el precio de la deuda soberana.
De todo lo anterior podemos extraer varias conclusiones. Todos los diagnósticos sobre el riesgo país incorporado en las calificaciones recibidas y en los niveles de las tasas de interés coinciden en que la precaria situación fiscal está afectando, y afectará aún más, la situación económica costarricense; esa debilidad debe enfrentarse a corto plazo mediante ajustes fiscales en gastos y nuevos ingresos, en lo cual también coinciden organismos internacionales y las calificadoras de riesgo. El inminente ajuste en las tasas de interés en el mercado financiero internacional impondrá mayor presión en la situación financiera costarricense, y esta se podría endurecer más conforme avance el deterioro la situación fiscal.
Por esa razón, conformarse con mantener la nota en la última calificación efectuada por Moody’s equivale a un premio de consolación. El premio mayor vendrá cuando logremos una situación holgada en lo fiscal, bajen el riesgo país y las tasas de interés en colones y moneda extranjera y recobremos el grado de inversión por parte de las calificadoras internacionales de riesgo.