En el contexto latinoamericano, Costa Rica es uno de los países mejor preparados para incorporar a la generación del milenio, o millennials , a su transformación productiva. El término designa a los jóvenes entre 18 y 33 años que nacieron con la revolución digital y que en una década representarán el 75% de la fuerza laboral en el mundo.
Un estudio realizado por el sitio universidades.cr, en torno a los millennials nacionales, coincide con los hallazgos del Global Millennial Survey 2014 y de otras investigaciones sobre las características del grupo, que equivaldría a un 40% de nuestra población, si nos restringimos a meros criterios cronológicos.
La filosofía laboral de la generación del milenio implica una ruptura con las anteriores, que privilegiaron el deber y la estabilidad salarial antes que la satisfacción personal y los retos individuales. Los millennials quieren sentirse dueños de su destino y prefieren “dar sentido y propósito a su trabajo, entender el aporte a la sociedad, saber que lo que hacen es importante”, como explica Cristina Cubero, gerenta de Consultoría de Deloitte.
La incorporación al mercado productivo de este sector se basa en su liderazgo tecnológico y en el dominio de destrezas blandas como la capacidad de adaptación a organizaciones flexibles y de cooperar con equipos de trabajo diversos. Por esta razón pretenden ser valorados por su alto nivel de exigencia, autonomía y creatividad. A pesar de esto, según el mismo estudio, un 70% no sabe qué estudiar en Costa Rica y se enfrenta con carreras, estilos de aprendizaje y empleos poco innovadores y retadores para ellos.
Esta percepción coincide con los resultados del Global Millennial Survey, que encontró que los jóvenes latinoamericanos son mucho más optimistas que los de Europa y Estados Unidos, pero que a la vez demuestran un mayor grado de insatisfacción con el sistema educativo. Este desfase es preocupante porque estimula la permanente sangría de profesionales calificados hacia naciones desarrolladas –denominada fuga de cerebros– y la frustración de una generación, que podría sentir que su potencial es desaprovechado en su país de origen.
Los millennials requieren un contexto dinámico que sepa valorar e interactuar con sus habilidades múltiples. Como declaró Leandro Camacho, emprendedor tecnológico e innovador social de 25 años: “En esta generación, lo que buscamos es venir a cooperar en todos nuestros entornos; no nos gustan las estructuras con las cuales no nos sentimos identificados”.
En nuestro país, según el censo del 2011, más del 90% de los nacidos entre 1982 y 1992 utiliza teléfono celular y el 64,2% tiene acceso a una computadora, condiciones envidiables para mejorar la competitividad nacional. Sin embargo, solo una cuarta parte posee estudios universitarios. Por lo tanto, la posibilidad que tienen estos jóvenes de convertirse en líderes millennial, como los llama Global Survey, se ve debilitada por la más básica y brutal inequidad educativa.
El liderazgo millennial es una ecuación en la que intervienen varios factores, como lo son estar a la vanguardia tecnológica, comprometerse con la innovación social y empresarial y desarrollar el emprendimiento. Este perfil deseable escapa a la mayoría de la población juvenil, que arrastra severos vacíos educativos o que no ha concluido ni siquiera la enseñanza media.
Como lo afirma sin ambages el más reciente Informe Estado de la Nación “los logros educativos no alcanzaron para revertir el predominio de una fuerza de trabajo poco calificada (...) la educación es una debilidad que lastra el desarrollo nacional”.
A pesar de estas limitaciones, Costa Rica dispone en la actualidad de la generación mejor formada de su historia. El potencial, talento transformador y compromiso social de los millennials no se hará realidad, como todos deseamos, si el país no mejora sus estándares educativos y capacidades productivas.