Hace más de una década, se salvó raspando de que los anglófilos la echaran de la computadora. Hoy está firme y posicionada en castellano, guaraní, gallego y vasco, y ya integra los teclados de la PC con derecho propio.
Fue ayer, todavía recuerdo, cuando solo era un parcito de comandos que aparecían en pantalla, merced a un programa que entonces le perdonaba la vida. Un programa que no todos tenían y que obligó a los usuarios a emplear la imaginación. Así, algunos amigos -enfermos de este mal, y graves- escribían monio, cenio, donia,palabrasque denotaban la sensible fuga de una letra perdida.
Me refiero a la ñ, o sea la n con ese rizo llamado tilde o virgulilla que surgió en nuestra lengua para representar los grupos consonánticos latinos gn, nn o ni, que pasaron a pronunciarse con un sonido nasal palatal similar al nh en portugués, gn en italiano y francés, o ny en catalán.
Qué lindo suena, por ejemplo, aquello de "engañoso plumaje del cisne", ¿no?, debido al mexicano González Martínez; o las instrucciones destinadas a crear un Dios cotidiano, de Humberto Costantini: "Démosle lo mejor/lo más sueño y más pájaro/de nosotros mismos".
Gracias a la buena salud presente y vigente de la ñ, uno puede también escribir y decir, a la altura del 2006 y con mucho brío, ¡felizaño!, como si se tratara de un guiño niño y desde luego que nada ñoño.