Los 500 millones de colones para prevención y control del dengue están “prácticamente congelados” por la demorada tramitación del plan fiscal.
A falta de plan fiscal, Hacienda solo giró el 10% de los 11.500 millones de colones para reparar vías cantonales.
Los parques nacionales podrían cerrar pues, en ausencia del plan fiscal, el Gobierno se vio obligado a recortarles el presupuesto en 1.040 millones de colones.
En la última década, los salarios reales de los empleados públicos subieron 17%, pero esa no es la razón que el Gobierno esgrime para defender el ajuste de 3,5% en el segundo semestre de este año. La culpa se la carga a la situación fiscal y queda implícito el lamento por las restricciones que la demora del plan impone a la generosidad del Estado.
El Gobierno debe pensarlo dos veces antes de seguir echando mano de ese argumento para ahuyentar los reclamos y presionar la acción legislativa. Cada vez que recita el estribillo, la Administración alimenta expectativas sectoriales y crea confusión sobre los objetivos del plan.
La reforma tiene el sano propósito de financiar el déficit del Gobierno y restablecer el equilibrio fiscal, pero la respuesta a los reclamos sectoriales pone en duda la fidelidad a la intención original.
Esa incertidumbre abona la tesis de quienes exigen un firme compromiso del Gobierno en materia de gastos antes de dar su apoyo al plan fiscal.
Si el plan se aprueba en los próximos meses, dará frutos justo a tiempo para alimentar las arcas del Estado en el período electoral. Esa circunstancia, unida a las expectativas creadas por el estribillo del Gobierno, augura la renovación de los reclamos y el fortalecimiento de la tendencia al gasto experimentada en el país cada cuatro años.
Quizá esa sea la oportunidad indicada para lanzar un novísimo plan que rescate las buenas intenciones del que todavía no se aprueba pero muchos están gastando por anticipado. Solo quedaría por ver si el país aguanta.