En los últimos seis meses dos hechos de relevancia política y deportiva han movido los titulares de los medios de comunicación y la participación de la población costarricense en medios electrónicos, principalmente en redes sociales de Internet (RSI).
Previo, durante y posterior a los eventos, fue posible ver todo tipo de comentarios, desde los muy respetuosos y respetables hasta los más laxos, incluyendo fuertes epítetos, críticas desmedidas con o sin fundamento. Lo mismo se repite cuando el tema es de delicado abordaje, como la religión o las relaciones entre personas del mismo sexo, lo cual desnuda la poca tolerancia y respeto por las diferencias de criterio. Esta situación se hace más evidente en las RSI, ya que por sus características, semejantes a las del papel, aguantan lo que le pongan.
Lo que hoy se expresa en los medios electrónicos es solamente la punta del iceberg de un problema profundo en el tejido social, que se potencia por las posibilidades de comunicación abierta, inmediata y amplia que brindan los medios digitales. Esto hace imperioso reflexionar sobre la necesidad de la formación del ciudadano para un desarrollo en ambientes digitales, los cuales ganan cada vez más terreno como instrumentos del diario vivir.
Un buen uso. Factores como una Costa Rica ubicada en los primeros lugares de penetración de Internet en Centroamérica, esfuerzos de la Secretaría de Gobierno Digital por automatizar procesos en las instituciones de Gobierno, el Ministerio de Educación Pública y las universidades impulsando el uso de tecnologías como recursos para el aprendizaje, un creciente comercio en Internet y las acciones para democratizar el acceso del ciudadano a la red, entre otros, acentúan la necesidad de educar a la población para el manejo apropiado de los recursos digitales y cerrar una brecha digital que no está exclusivamente en el acceso a los recursos sino en su buen uso y aprovechamiento.
La alfabetización digital para la ciudadanía no puede restringirse a la capacitación en términos del manejo tecnológico de los recursos o a la solución de problemas técnicos, sino que debe estar orientada al desarrollo de la motivación para su uso, a la toma de consciencia sobre los potenciales beneficios como instrumentos de libertad de expresión, de optimización del tiempo, de reducción de trámites, de democratización del acceso a la educación, de eficiencia y transparencia. Debe orientarse hacia al manejo adecuado de la información, al desarrollo y fortalecimiento de valores y códigos de conducta en ambientes en línea. Debe enfocarse a formar un ciudadano integral en la red, consciente de los derechos y deberes de tener una identidad digital y de las repercusiones que un mal uso de esa identidad pueda ocasionar en otros ciudadanos. Como corolario, es fundamental poner énfasis en el desarrollo de competencias emocionales para la convivencia en la sociedad digital.
La formación de competencias digitales del ciudadano debe dirigirse a todos los estratos de la población: niños, jóvenes y adultos, se encuentren o no activos en algún sector del sistema educativo. También debe considerar al adulto mayor, a las personas con capacidades especiales, al privado de libertad, al profesional, a la ama de casa. Acciones de este tipo podrían hacer más aprovechables y sanos los espacios de interacción digital y llevar al país a tener un alto índice de uso y aprovechamiento de las tecnologías digitales.