En otros momentos de la historia de la literatura infantil se han evidenciado las turbulentas relaciones entre el arte y la política. El pasado 22 de abril, la Asamblea Legislativa divulgó que “la defensora de los habitantes, Monserrat Solano Carboni, manifestó en la Comisión Permanente Especial de Derechos Humanos, que la obra Cocorí , tiene expresiones de racismo”.
En esa misma fecha, el Ministerio de Cultura y Juventud retiró el apoyo a la obra sinfónica, de Andrés Soto, basada en esta novela de Joaquín Gutiérrez.
Este hecho recuerda otros momentos en que jerarcas insistieron en leer, con una óptica propia y particular, obras literarias dirigidas a la niñez.
Esto sucedió hace 38 años, en un momento histórico muy diferente al de la Costa Rica contemporánea. Si se quiere, un período que hoy nos parece inhóspito y grave: me refiero al llamado Proceso de Reorganización Nacional, vivido en Argentina y encabezado por el dictador Jorge Rafael Videla. Para entonces se censuraron varios libros infantiles. Recordaré aquí dos: Un elefante ocupa mucho espacio, de Elsa Isabel Bornemann, y La torre de cubos, de Laura Devetach.
Censura. El libro de Bornemann está compuesto por 15 cuentos; en el primero de ellos se plantea que un grupo de animales, trabajadores de un circo y forzados a divertir a los seres humanos, organizan una huelga. Como resultado de ello ganan el derecho de regresar a África.
Por medio de del decreto 3155/1977, emitido por el Poder Ejecutivo Nacional, se prohibió la distribución, venta y circulación de esta obra, pues se consideró que “agravia a la moral, a la familia, al ser humano y a la sociedad que este compone”. Asimismo, que “se trata de cuentos destinados al público infantil, con una finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria a la tarea de captación ideológica del accionar (sic) subversivo”.
Por otra parte, la resolución 480 del Ministerio de Cultura y Educación de Córdoba, Argentina, prohibió La torre de cubos , pues “del análisis de la obra se desprenden graves falencias tales como simbología confusa, cuestionamientos ideológico-sociales, objetivos no adecuados al hecho estético, ilimitada fantasía, carencia de estímulos espirituales trascendentes” y que en esa obra se cuestiona “el principio de autoridad”.
¿Qué pasa en nuestro país? Doña Monserrat Solano, defensora de los habitantes, expresó: “En tanto Cocorí refleje esas relaciones en las que se pone por encima a una niña blanca con respecto a un niño afrodescendiente sí podemos considerar que tiene expresiones de racismo”.
Por otra parte, la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa expresó que la novela “reproduce la idea de que los afrodescendientes son seres primitivos y expone falsos estándares de belleza que relacionan el color de piel de una persona con su atractivo físico”.
Motivo literario. Al guardar las distancias en el tiempo de una Argentina “que ya es historia” y Costa Rica, entendida como Estado de derecho, es posible establecer diálogos con lo sucedido a los tres libros.
En los criterios de valoración, se evidencia la falta de sustento teórico sobre la literatura infantil. Se confunde una obra literaria con un libro destinado al aprendizaje.
Se cree que el poeta escribe para propiciar conocimiento. Se olvida que el poeta es un artista y, por lo tanto, su texto adquiere múltiples significados.
Los lectores tienen la capacidad de reaccionar, debatir y complementar lo que leen.
Los juicios emitidos sobre las tres obras se sustentan en fragmentos y no en la totalidad de sus páginas. Un elefante ocupa mucho espacio fue censurado, principalmente, por el cuento que da título al libro; Una torre de cubos fue criticada por el texto “La planta de Bartolo” y Cocorí , principalmente, por las páginas que describen el encuentro del protagonista con la niña blanca.
Tales juicios tratan de dejar por sentado que los dos libros argentinos y el costarricense ofenden a un sector de la sociedad. Se creía que los libros sudamericanos citados desafiaban “a la familia” y a quienes ostentan “el principio de autoridad” y Cocorí , a la población afrodescendiente.
Se realizan estas valoraciones desde un alto cargo público. Eso significa que jerarcas y diputados decidirían qué se lee y cómo se lee. Incluso, se juega con la potestad de eliminar un texto del corpus de obras escolares, lo cual significa anularlo. Si el Ministerio de Educación Pública “expulsa” Cocorí, implica darle matices de un texto clandestino, marginado, excluido.
Es importante reconocer que se debe ejercer la lectura bajo el principio de la libertad, que debería tener toda persona, de seleccionar, leer, aprobar o rechazar un texto.
¿Qué ocurrió con la obra de Elsa Bornemann y Laura Devetach? Los libros de ambas escritoras recibieron distinciones de talla internacional, entre ellas la inclusión en la lista de honor de la International Board on Books for Young People (IBBY), organización de indiscutible importancia en el estudio y divulgación de la literatura infantil.
Las censuras que experimentaron en la década de 1970 no generaron el silencio de los textos, los convirtieron en fenómenos de ventas y atrajeron la mirada de lectores de todas las edades.
Aún no existe certeza sobre el futuro de Cocorí ; sin embargo, la historia nos demuestra que los gobiernos pasan y las obras de arte, si así merecen llamarse, permanecen.
El autor es profesor de Literatura Infantil en la Universidad de Costa Rica y la Universidad Nacional