En días recientes se cumplió el aniversario de uno de los ideales humanos más portentosos del siglo XX: la Unión Europea. Sin dicha unión, a Europa le sería más difícil encarar los desafíos económicos, migratorios, militares y de antiterrorismo que hoy tiene. Solo un ejemplo: de no estar mancomunada Europa en un as de voluntades, ¿cómo habrían enfrentado Grecia o Turquía el drama de la actual invasión migratoria?
Al igual que la ONU, la Unión Europea es resultado de la reacción posterior al trauma producido en ese continente por el fascismo italiano, el nazismo alemán y el marxismo soviético. Ideologías que involucraron a Europa en la hora más oscura de su milenaria historia. Sin embargo, la forja de tal mancomunidad representó un nuevo voto de confianza en el ser humano.
La Segunda Guerra Mundial fue el resultado de muchos detonantes. El principal de ellos la estulticia de los industriales europeos que, en un afán de recuperarse rápidamente de las pérdidas causadas tanto por la Primera Guerra Mundial como por la crisis de 1929, sabotearon a las democracias europeas y apoyaron a los autoritarismos solapadamente.
Salida fácil a su situación crítica. Y como es de esperar cuando se toma el camino equivocado, el resultado fue la carnicería fratricida de un continente.
Troika. Mas, sobre las cenizas de la devastación, surgió el heroísmo y la convicción de tres de los más grandes políticos del siglo XX: el francés Robert Schuman, el italiano Alcide de Gásperi y el alemán Konrad Adenauer.
Ellos entendieron que las mayores conquistas se construyen sobre el fundamento de la unión y la fraternidad humana, y no sobre el odio o la codicia. Aquella troika de líderes fue parte de la generación política de la posguerra europea, que desarrolló su carácter combatiendo las dictaduras de ambos espectros.
El primero de ellos –Robert Schumann–, uno de los protagonistas de lo que fue la cuarta República francesa, por ser un reconocido político de valores cristianos, debió enfrentar la persecución de la Gestapo durante los primeros años de la década de 1940.
Fue detenido y puesto en arresto domiciliario. Consciente de que sería trasladado a un campo de concentración, logró huir. Para ello contó con el auxilio de monasterios y sacerdotes franceses que lo escondieron hasta que se conquistó la liberación de Francia.
Posteriormente, ya siendo ministro de Asuntos Exteriores francés, propuso una iniciativa de integración europea, la cual prosperó bajo la figura de una entidad supranacional denominada Comunidad Europea del Carbón y el Acero. Esta fue la semilla que dio origen a la unión del continente.
Alcide de Gásperi –secretario general del Partido Popular italiano– desarrolló su visión paneuropea, pues desde joven fue un político afincado en la Europa dominada por el imperio austrohúngaro. Además, forjó su temple y liderazgo bregando en una de las etapas más duras de la historia italiana, cautiva por la bota fascista de Benito Mussolini.
El sátrapa había convertido a esa gran nación, heredera de la tradición renacentista, en un apéndice indigno del eje de Berlín. Por su militancia antifascista, De Gásperi fue condenado a cuatro años de prisión.
Finalizada la guerra, y como el principal político de la Italia de la posguerra, a la que dirigió desde 1945 hasta el 53, De Gásperi logró que su país impulsara una estrategia común europea a través de dos instituciones estratégicas: la Comunidad Europea de Defensa y la ya citada Comunidad del Carbón y el Acero, de la que fue el primer presidente de su Asamblea.
El tercer gigante de la unidad de Europa fue Konrad Adenauer. Un abogado colonés que, producto de sus convicciones políticas y religiosas dentro de la Alemania nazi, resultó proscrito por aquel oscuro régimen.
Uno de sus tantos biógrafos, Hans-Peter Schwarz, refiere que después de sus muchos encarcelamientos, tuvo participación en la conspiración que culminó en la fracasada intentona contra Hitler, denominada operación Valquiria.
Liberado tras la caída de Berlín, inició una ascendente carrera política hasta que, cuatro años después del fin de los combates, fue elegido canciller de la República Federal Alemana, posición desde donde se inició, no solo el tenaz resurgimiento de la nueva Alemania –de hecho se le recuerda como el líder del milagro alemán– sino que además establece una agresiva estrategia de mejoramiento de las relaciones con los países que el III Reich había agredido.
Nombres históricos. Con tal objetivo, la columna vertebral de su estrategia fue precisamente la asociación económica a través del establecimiento de entidades paneuropeas como las ya citadas y que, junto con la Comunidad Nuclear Europea, fueron los embriones de la Comunidad Económica Europea, antecedente inmediato de la Unión. Todo gracias a una generación de estadistas que forjaron su carácter, su determinación, su madurez y sus carreras, al calor del fuego de terribles pruebas y desafíos.
Pues bien, parafraseando la sentencia de Newton, estos próceres se levantaron sobre los hombros de gigantes que pagaron un alto precio para la conquista de la libertad continental. Y en estas épocas, cuando los idolillos son solo los que generan los espectáculos y el entretenimiento, vale recordar la memoria de un héroe de la guerra europea.
El Dr. Carlos Luis Collado Martínez fue un insigne médico costarricense, graduado con honores en la Universidad de Bologna.
Inició su experiencia en la guerra ayudando a los patriotas italianos heridos en combate. Participó en el Comando los Ángeles, que lo componían, entre otros costarricenses, Juan Fernando Laurent, en Polonia, y Jorge Astúa Caetano, en Francia.
El comando logró rescatar de los nazis y ayudar en su fuga a muchos, de los cuales un importante número eran judíos. En 1944, estando perseguido, y ante la necesidad que tenían los partisanos de contar con médicos, no dudó en incorporarse a la Bolero de la 63 Brigada Garibaldi.
La casa que ocupaban en la montaña, en Rasiglio, fue atacada por las fuerzas de la Wermacht. Doce partisanos tuvieron suerte de morir en batalla, pero doce compañeros más fueron hechos prisioneros, llevados a la población de Casalecchio di Reno y cruelmente torturados durante dos días.
Murió en octubre de ese año y fue enterrado en una fosa común. Al ser liberada Bologna fue exhumado. Terminada la guerra, su cadáver fue traslado a Costa Rica por el Dr. Antonio Portugués.
El autor es abogado constitucionalista.