Uruk Editores publicó recientemente Señora del tiempo , una extensa novela de ciencia ficción escrita por Laura Quijano Vincenzi. Abogada de profesión y con estudios en literatura, Quijano ha cultivado de manera sistemática la narrativa del género indicado desde que, en 1995, obtuvo el Premio Joven Creación de la Editorial Costa Rica por su excelente obra Una sombra en el hielo .
Influenciada por el estilo cinematográfico de autores como Michael Crichton, y por la temática de los preconizadores (personas capaces de visualizar el futuro inmediato) presente en la narrativa de Philip K Dick, la nueva novela de Quijano constituye un hito en la ciencia ficción nacional y es, a la vez, una de las más importantes contribuciones realizadas a la literatura costarricense en los últimos años.
Más allá de sus méritos propiamente literarios, que le valdrían ser “lectura recomendada” en colegios y universidades, Señora del tiempo ofrece una propuesta de cómo podría ser la Costa Rica del futuro, de sumo interés no solo para el público en general, sino, en particular, para científicos, intelectuales y políticos.
No muy diferente. Sin duda, un gran acierto en la novela de Quijano fue haber imaginado la Costa Rica del año 2062 diferente de la actual, pero no demasiado: “mae” todavía es una palabra frecuente en el lenguaje coloquial, el “sistema” se cae de vez en cuando, los estudiantes universitarios insisten en lanzarse a las calles, las “argollas” perviven, las corporaciones aún procuran extraer el máximo beneficio de sus tratos con el Estado y la corrupción se mantiene, al igual que la obsesión de los periodistas por documentarla y exponerla.
Pese a la persistencia de esas características, el país cambió, pero lo hizo de manera gradual y, en buena medida, como resultado de una revolución energética de escala planetaria, que supuso el fin de la energía basada en el petróleo.
Al igual que en otras épocas de su pasado, en el futuro que imaginó Quijano las transformaciones ocurridas en el resto del mundo impulsaron cambios institucionales en Costa Rica, que se concretaron en la promulgación de la Constitución del año 2033. El sistema presidencialista perduró, pero con decisivas innovaciones, como el incremento en el número de plazas legislativas de 57 a 164 asientos, y una modificación en la forma de elección que eliminó la lista cerrada y bloqueada.
Optimismo. A diferencia de otros autores costarricenses de ciencia ficción que proponen futuros apocalípticos, el porvenir imaginado por Quijano es optimista. En efecto, a partir del nuevo orden constitucional, el país logró superar muchas de las trabas institucionales y de los intereses creados que lo asfixiaban e iniciar un proceso sostenido de renovación urbana, del sistema educativo y de los servicios de salud pública y de transporte colectivo.
Las nuevas tecnologías descritas por Quijano impactaron la vida cotidiana de los 8 millones de costarricenses en todos los campos, desde los menús digitales de los restaurantes hasta una nueva generación de drogas electrónicas ilegales.
En el plano cultural, el proceso de secularización de la sociedad se profundizó y la ciencia y los científicos alcanzaron una presencia estratégica en la esfera pública y en las políticas del Estado. Aunque las iglesias cristianas y de otro tipo persistieron, su influencia político-electoral disminuyó, lo cual explica –entre otros aspectos– que los derechos de las parejas del mismo sexo (incluido el matrimonio) fueran debidamente reconocidos.
Lectura provechosa. Para un historiador social, la principal ausencia que hay en la novela de Quijano es el mundo popular, apenas vislumbrado en una trama que, por su propia lógica, concentra su atención en las relaciones sociales que predominan en los círculos de profesionales, científicos, políticos y empresarios.
Debido precisamente a ese énfasis, la novela podría ser leída con provecho por las personas pertenecientes a esos círculos y, en particular, por quienes conforman el presente gobierno del Partido Acción Ciudadana y por los diputados de la actual Asamblea Legislativa.
Si una Costa Rica con un mejor desempeño ecológico e institucional, y con un mayor desarrollo social y cultural, es posible en el ilimitado campo de la imaginación literaria, también podría serlo en los siempre inciertos territorios de la historia.